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PARÁFRASIS DEL ALTOLECTOR O EL VIAJE DE LOS CAÍDOS EN EL LIBRO

Al poeta implacable,  al magistral mago de las letras hispanas, a mi muy leído Vicente Huidobro. Nací a los diecinueve años, el día de La caída de la casa de Usher; nací en el trópico, bajo los almendros y los tábanos del calor.  Tenía yo un iracundo mirar de Rimbaud, de Baudelaire y de Sabines sentimental. Lanzaba blasfemias.  Mi padre fue petrolero e irremediablemente abstemio, pero su trabajo era más admirable que el de Hefesto. Amo la lluvia, obrera de todas las nubes. La ronca lluvia, la lluvia de Macondo, la que viene de allá y la que se aleja de acá. Mi madre hablaba como Sor Juana y como el aleteo del colibrí. Tenía los cabellos color de heroísmo y argivos ojos de mediodía. Una tarde, cogí mi cuaderno y dije: <<entre una coma y varios puntos>>. He aquí la escritura que se acerca como hembra de Comala. Mi abuela contaba historias de santos en mis primeros baldíos días. Y ahora mi imaginación cae de hoja en hoja por los esp...

El inning de la suerte: ucronía de beisbol

El rey de los deportes… Es mucho más que un juego. Es un lenguaje y un refugio para la creación de lenguajes . Francisco Hernández Los partidos se jugaban por las noches debido al terrible calor del día. Y ya se sabe, dijo Huidobro, que a la noche se le cree hermana de la muerte. En aquel estadio murieron pequeños y grandes juegos inolvidables. Nunca registrados por las frías estadísticas pero sí por la caliente tradición oral. Jamás logró ser catedral del béisbol como un Yankee Stadium o un Fenway Park, ni tampoco lo necesitó, pues sus columnas también se cimbraron multitudes de veces con vituperios y saltos de aficionados. No obstante, el anarquismo en las gradas no siempre fue por el descanso eterno de un cuadrangular, sino también  por la espontánea aparición de un tren que partía en dos el diamante del campo. Aquel silbido horadaba primero el aire y ya después, conforme el ruido iba avanzando, el pasto del cuadro bajo se sacudía hasta vibrar de igual manera en t...

Hidromancia poética

                                                                                            ─ Sí ─ ,digo, y me maravillan las palabras: se forman como agua en la lengua y caen con una lenta belleza en el aire. Ray Bradbury Para que el diluvio antiguo emerja de nuestra memoria anfibia como un sombrero de copa y las condiciones del agua humedezcan el rostro de los ahogados del futuro. Es ya vital tomar los escenarios por asalto. Irrumpir poéticamente. Sacar a flote lo que los discursos a pique no consiguen remontar. La hidromancia poética como la ciencia misma, también tiene sus vaticinios. Lo sabemos por las hidroeléctricas y los hidrocarburos. El agua escasea y pronto nos bañaremos dos veces en el mismo charco. Lejos de aquí, un escarabajo africano [1...

Carta a Irena Majchrzak¹

Irena en una de tus  Cartas a Salomón  (2)  escribiste: “Pienso en muchos extraordinarios novelistas, poetas y científicos polacos cuyas obras permanecen desconocidas en el mundo a causa del limitado alcance del idioma polaco”. Quizás no imaginaste que tu trabajo con los niños de las etnias chontales  (3) , trascendería en el tiempo y alcance de tu lengua. Tal vez, fue el clima que tanto te incomodó en esa primera instancia en Villahermosa  (4) , lo que te provocó escribir frase tan modesta, pero es que bajaste del avión a principios de junio cuando las temperaturas rebasan los 40 grados. No es broma, esa terrible humedad motiva al tabasqueño a darse dos baños al día cuando menos. Has de sonreírte ahora que lo sabes. La escena se recrea todos los días en la fuente de “Los niños traviesos”. Esos pequeños desnudos que se bañan eternamente entre chapoteos de un mediodía petrificado, entre burlas y miradas de unos semáforos que  cambian sí, de postura, más no...

Keep Walking

Alas en los pies tuvo el creador del whisky cuyo símbolo de la Época Victoriana es un dandi enigmático que avanza a paso redoblado. Estas zancadas a solas, conducen más temprano que tarde a una metamorfosis como la de Saulo en Damasco: visión de mediodía, asombro grandilocuente, el ingenio de Teseo y libertad del espíritu. El gran caminante al igual que un gran filósofo conoce de  las buenas teorías sobre el andar. Por lo cual, si para los oídos incansables existe El arte de la fuga de Bach, para los pies inalcanzables deambula en librerías El arte de caminar de William Hazlitt (1778-1830) y Robert Louis Stevenson (1850-1894). Este librito de bolsillo publicado por la UNAM, reúne dos ensayos escritos en dos generaciones distintas pero cuyos títulos y contenidos, pertenecerán por siempre a cualquier tiempo. Dar un paseo y Excursiones a pie son reflexiones que solamente permiten sentarnos por escasos minutos. A través de apuntes coloquiales sobre la errancia meditabunda, Haz...