NEZAHUALCÓYOTL: CANTO EMBRIAGADO
He oído que la noche
es toda magia.
Heroes del Silencio
Resultado de esa curiosidad que llamamos conciencia histórica o instante nuestro, quedo como un libro
que no termina de leerse pues este mar de hojas no cesa. El
enfrentamiento con el pasado suele ser gradualmente doloroso pero no deja de ser frontal. Doloroso como el sitio a Tenochtitlan pero frontal como una cabeza
Olmeca. El poeta José Carlos Becerra, lo dirá mejor: pasar la noche frente a un espejo, es ponerse de pie frente a la historia,
iremos perdiendo espacio sí, pero ganando realidad.
El redescubrimiento de un poeta
Poesía e historia es una maravillosa
conjunción que permanece a través de los poetas. De Babilonia nos quedó la epopeya de Gilgamesh; de Grecia, aún vive Homero narrando las batallas entre aqueos y
troyanos; de Roma, sigue Virgilio entonando las luchas de Eneas. Bien lo dijo Antonio Machado <<se
canta una historia contando su melodía>>. Pero entre nosotros, de ese Gran
tiempo prehispánico nos sobrevive un poeta que, impregnado de la cosmogonía y cultura de su pueblo, cantó versos sobre una tierra lapidada, versos que ahora el viento de la posteridad nos los trae de vuelta. Mexicanos, no olvidemos nunca al papagayo de gran cabeza: Lobo o Coyote Hambriento.
Nezahualcóyotl, nació en Texcoco en 1402 y murió allí mismo en 1472. Desde 1431 hasta su muerte fue soberano de este reino donde vio la luz por vez primera. No obstante, a temprana edad presenció el crimen contra su padre, y quizás por esto el poeta hizo tantos poemas como demasiados hijos (110). Sin embargo, por desgracia sólo se conservan 30 versos de su poesía. Y Nezahualcóyotl no supo sólo de virilidad en casa sino también en el campo de batalla, pues participó en una treintena de ellas y se cuenta que jamás conoció la derrota ni sufrió herida alguna. Fue su corazón quien únicamente supo que el dolor es eterno. A su mando dominó 44 reinos; nombró generales a 43 de sus hijos y a uno de ellos lo mandó matar por estar lleno de soberbia e ira. Del mismo modo, durante su gobierno, Nezahualcóyotl reunió a todos los sabios y filósofos y llegó a la conclusión que había un sólo Dios verdadero, al que llamó: Tloque Nahuaque, el “dueño de la cercanía y la proximidad". Conforme a este monoteísmo parece haber dirigido toda la poesía que de él conocemos. Veámosla entonces primeramente en forma de cuento:
Nezahualcóyotl, nació en Texcoco en 1402 y murió allí mismo en 1472. Desde 1431 hasta su muerte fue soberano de este reino donde vio la luz por vez primera. No obstante, a temprana edad presenció el crimen contra su padre, y quizás por esto el poeta hizo tantos poemas como demasiados hijos (110). Sin embargo, por desgracia sólo se conservan 30 versos de su poesía. Y Nezahualcóyotl no supo sólo de virilidad en casa sino también en el campo de batalla, pues participó en una treintena de ellas y se cuenta que jamás conoció la derrota ni sufrió herida alguna. Fue su corazón quien únicamente supo que el dolor es eterno. A su mando dominó 44 reinos; nombró generales a 43 de sus hijos y a uno de ellos lo mandó matar por estar lleno de soberbia e ira. Del mismo modo, durante su gobierno, Nezahualcóyotl reunió a todos los sabios y filósofos y llegó a la conclusión que había un sólo Dios verdadero, al que llamó: Tloque Nahuaque, el “dueño de la cercanía y la proximidad". Conforme a este monoteísmo parece haber dirigido toda la poesía que de él conocemos. Veámosla entonces primeramente en forma de cuento:
Poesía con raíz en el cielo
El príncipe desciende de la pirámide como desciende la noche para ofrecerle a su pueblo un día más. Va contando los escalones del templo para medir lo lejos que de su gente está la bondad si se llega a ser un tirano. La calzada es
larga, pero el campo está agraciado y hermosos son sus collares verdes. El príncipe viaja de
la ciudad al agua, del agua al sacrificio. Quiere expandir
los bellos lagos hacia Tenochtitlan. Quiere con sus manos romper el cántaro.
Pero el
príncipe camina triste porque el Dador de la vida le ha quitado mucho de
su aliento. La mañana sonríe detrás de los sauces blancos. Él piensa en las
grandes batallas de antaño, en los reyes caídos, y en ese paso cansado que es la historia, recuerda entonces al sol como su mejor guerrero, recuerda a los pájaros como sus mejores aliados, recuerda a las flores como tumbas de sus pesares.
El
príncipe se aflige por los muertos del ayer, por los que ya no retornaron, por aquellos hombres que se volvieron tristes poetas. Sobre la tierra que pisa se pudre la hojarasca de las victorias. Descalza sus bellas sandalias para sentir la fría hierba del monte. Adelante de él camina también el horizonte, dejando para el devenir sus huellas instantáneas. La mañana cubre su espalda con hojas de aire. Las plumas de su penacho destellan colores como el
jade y el diamante. Pero él inventa palabras y sueños todavía más valiosos. Poco a poco junta sus versos en forma de dique, y separa sus cantos con la libertad de un
quetzal. No muy lejos de allí bajan las
garzas a poner un pie sobre su retórica, baja su gente a poner las manos en el
trabajo, el águila grazna, el ocelote
ruge, aquí es México…Donde hay
sauces blancos sólo tú reinas.
Es el tiempo en que el agua que acostumbra a beber al mediodía se ha vuelto obscura y por lo tanto se ha enfermado de angustia. Dormita sin darse cuenta con los ritos y las danzas que antes lo acompañaban indomable al frente de heroicas y ligeras cabezas. El espíritu de la vida brotaba entonces como una ciudad en la madrugada. Pero el fuego geométrico de su persona siente ahora su extinción. La serpiente enrosca sus anillos con un movimiento breve que le hace oir el quebranto de las ramas.
Es el tiempo en que el agua que acostumbra a beber al mediodía se ha vuelto obscura y por lo tanto se ha enfermado de angustia. Dormita sin darse cuenta con los ritos y las danzas que antes lo acompañaban indomable al frente de heroicas y ligeras cabezas. El espíritu de la vida brotaba entonces como una ciudad en la madrugada. Pero el fuego geométrico de su persona siente ahora su extinción. La serpiente enrosca sus anillos con un movimiento breve que le hace oir el quebranto de las ramas.
El Rey Poeta tiene un dolor en el pie que le llega hasta el corazón. No está la ponzoña del reptil en la sangre sino en los huesos. Y su lengua siente la sequedad y la humedad del tiempo. La guardia personal lo alcanza y lo alzan en hombros
hasta su palacio. Allí un sirviente moja sus pies con miel silvestre. La muchedumbre desea ver a su soberano restablecido. Pero su ardor está puesto ahora en el poniente, en las espinas del cielo que aparecen como un torrente de glifos,
inyectándole en sus ojos el dolor por la vejez del universo. El poeta se embriaga de metafísica.
Estoy embriagado
Estoy embriagado, lloro, me
aflijo,
Pienso, digo,
En mi interior lo encuentro:
Si yo nunca muriera,
Si nunca desapareciera.
Allá donde no hay muerte,
Allá donde ella es conquista,
Que allá vaya yo…
Si yo nunca muriera,
Si yo nunca desapareciera
Pienso, digo,
En mi interior lo encuentro:
Si yo nunca muriera,
Si nunca desapareciera.
Allá donde no hay muerte,
Allá donde ella es conquista,
Que allá vaya yo…
Si yo nunca muriera,
Si yo nunca desapareciera
¿Qué es un poeta en metafísica? Es un hombre excesivo entrando en trance por el 'nunca' y por el 'ahora' de la naturaleza. Es el 'trompo' y la 'pelota' del niño Baudelaire, blasfemando con sus revoluciones y sensibles rebotes, que vituperia contra la borracha humanidad inmersa en sus viajes autómatas. Es Borges leyendo a tientas en una biblioteca de Buenos Aires. Es el adulto Rimbaud en Yemén posando su mano sobre un rifle. Es Huidobro raptando a Isolda. Eres tú rendido entre líneas. Es un verso de Nezahualcóyotl negándonos nuestra tierra de frente.
Estoy triste
En verdad viven,
Allá en donde de algún modo se existe.
¡Ojalá pudiera yo seguir a los príncipes,
llevarles nuestras flores!
¡Si pudiera yo hacer míos
los hermosos cantos de Tezozomoctzin!
Jamás perecerá tu nombre,
¡oh mi señor, tú, Tezozomoctzin!
Así, echando de menos tus cantos,
me he venido a afligir,
Sólo he venido a quedar triste,
Yo a mí mismo me desgarro.
Allá en donde de algún modo se existe.
¡Ojalá pudiera yo seguir a los príncipes,
llevarles nuestras flores!
¡Si pudiera yo hacer míos
los hermosos cantos de Tezozomoctzin!
Jamás perecerá tu nombre,
¡oh mi señor, tú, Tezozomoctzin!
Así, echando de menos tus cantos,
me he venido a afligir,
Sólo he venido a quedar triste,
Yo a mí mismo me desgarro.
Esta aflicción que transmite el Tlatoani de Texcoco en su canto parece ser la de un hombre, cuyo espíritu no posee ya la fortaleza de un albarradón que pueda contener las aguas de la vida y distanciarlas de las aguas salobres de la muerte. No fluye más en él lo dulce de la existencia. Las flores perecieron, los nombres se olvidaron, los cantos se ahogaron por un desgarro del alma. El poeta Dámaso Alonso cuando hablaba sobre la poesía de Quevedo, la conceptualizó en un 'desgarrón afectivo' por la inmensa pesadumbre que la caracterizaba. Y sobre su compatriota concluyó que: "Quevedo era un héroe amarrado a la pena, devorado por el águila, un jayán aherrojado en cárcel estrecha". El poeta Nezahualcóyotl padeció la pena del exilio, estuvo atado a las cadenas de la tiranía, y escapó de igual manera del encierro para vivir por un tiempo como errabundo pero sin resignación. Sin embargo, a pesar de estar separados por las aguas del Atlántico y del tiempo, ambos poetas exasperaron en una misma gota de tristeza humana.
¿A dónde iremos?
¿A dónde iremos
donde la muerte no existe?
Mas, ¿por esto viviré llorando?
Que tu corazón se enderece:
Aquí nadie vivirá por siempre.
Aun los príncipes a morir vinieron,
Los bultos funerarios se queman.
Que tu corazón se enderece:
Aquí nadie vivirá para siempre.
donde la muerte no existe?
Mas, ¿por esto viviré llorando?
Que tu corazón se enderece:
Aquí nadie vivirá por siempre.
Aun los príncipes a morir vinieron,
Los bultos funerarios se queman.
Que tu corazón se enderece:
Aquí nadie vivirá para siempre.
...
Un recuerdo que dejo
¿Con qué he de irme?
¿Nada dejaré en pos de mi sobre la tierra?
¿Cómo ha de actuar mi corazón?
¿Acaso en vano venimos a vivir,
a brotar sobre la tierra?
Dejemos al menos flores
Dejemos al menos cantos
...
Monólogo del poeta
Monólogo del poeta
Hay cantos floridos; que se diga
yo bebo flores que embriagan,
ya llegaron las flores que causan vértigo,
ven y serás glorificado.
Ya llegaron aquí las flores en ramillete:
son flores de placer que se esparcen,
llueven y se entrelazan diversas flores.
Ya retumba el tambor: sea el baile:
con bellas flores narcóticas se tiñe mi corazón
yo bebo flores que embriagan,
ya llegaron las flores que causan vértigo,
ven y serás glorificado.
Ya llegaron aquí las flores en ramillete:
son flores de placer que se esparcen,
llueven y se entrelazan diversas flores.
Ya retumba el tambor: sea el baile:
con bellas flores narcóticas se tiñe mi corazón
La naturaleza está embriagada: flores en
ramillete. El poeta de Texcoco también fijaba vértigos como Rimbaud. Y el baile
y el poder ensoñador como el perfume de muchas flores afligen y alegran el corazón
del príncipe. 'Llueven flores' es una logradísima metáfora de comunión entre la
lluvia y las plantas. Es de este modo como conciencia enflorecida que el corazón embriagado nos da frutos. Embriagado de
lenguajes, de sentidos, de sembrador de estrellas como el príncipe
Nezahualcóyotl.
Pero se oyen los cielos y las voces de los ahora hombres
de esta tierra. Oigo entonces a la noche: Maldito duende, maldita historia mexicana ya sin embriaguez poética que...
Bibliografía
León Portilla,
Miguel. Trece poetas del mundo azteca,
México, SEP, 1972.
Florescano,
Enrique. Memoría indígena, México, Taurus, 1999.
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