Carta a Irena Majchrzak¹
Irena en una de tus Cartas
a Salomón (2) escribiste: “Pienso en muchos
extraordinarios novelistas, poetas y científicos polacos cuyas obras permanecen
desconocidas en el mundo a causa del limitado alcance del idioma polaco”.
Quizás no imaginaste que tu trabajo con los niños de las etnias chontales (3),
trascendería en el tiempo y alcance de tu lengua. Tal vez, fue el clima que
tanto te incomodó en esa primera instancia en Villahermosa (4), lo
que te provocó escribir frase tan modesta, pero es que bajaste del avión a
principios de junio cuando las temperaturas rebasan los 40 grados. No es broma,
esa terrible humedad motiva al tabasqueño a darse dos baños al día cuando
menos. Has de sonreírte ahora que lo sabes. La escena se recrea todos los días
en la fuente de “Los niños traviesos”. Esos pequeños desnudos que se bañan
eternamente entre chapoteos de un mediodía petrificado, entre burlas y miradas
de unos semáforos que cambian sí, de postura, más no de sitio.
Quizás, fueron ellos, los infantes de risas solares quienes provocaron tu
regreso. Regresaste para internarte en los mitos del estado: la selva de
Tenosique que se hornea bajo la lluvia. Los pantanos de Nacajuca, donde las
conversaciones son zumbidos de mosquitos y el viento un encimado fantasma
convertido en polvo. Se avanza agotado es cierto, y con el saludo recurrente
del calor que cambia sí de intensidad, más no de sitio.
En aquellos días, en la hora y el sitio, educaste bajo la
frescura de las palapas, supiste de dormir sobre petates amarillos (tejidos de
palma), del guano como tercera piel, de comer pejelagarto (5) y masticar totopostes, esas tortillas doradas de sol.
Comenzaste a vivir tu propia experiencia indígena y aplicaste la pedagogía
Montessori a los niños autóctonos. Y de aquel laboratorio de creatividad que
implantaste, surgió también un nuevo método de enseñar a leer y escribir.
Alfabetizar partiendo de los nombres propios fue tu prescripción. Sabías de lo
mágico que es descubrir para un niño que los símbolos escritos representan su
identidad. Seguramente recuerdas a Adrián, a quien se le entregó una
tarjeta con su nombre y se le pidió elegir el mejor lugar para colocarla, y él
terminó haciéndolo junto a la tarjeta que llevaba el nombre de su maestra.
Aquel niño se sintió por primera vez un centro de referencia donde podía
iniciar la apertura de su vida. Adrián captó el mensaje de que la escritura
tiene la facultad de sustituir a la realidad y de multiplicar nuestra
existencia. Ese hecho hizo que depositaras para el tiempo una sonrisa junto a
la de Rosita, a la de Alfredo, a la de Domitilo y junto a la de tantos niños
más.
Lo puntualizaste muy bien en
una entrevista que significó tu partida. Te habías inspirado en el pensamiento
Montessori, porque deseabas contrarrestar con relación al sistema escolar, la
falta de materiales didácticos y cambiar ese coro infantil como respuesta a
las preguntas del maestro. Y cerraste diciendo, que el niño es también capaz de descubrir muchas de
las leyes científicas por sí mismo, mucho más si tiene en su medio ambiente los
elementos para trabajar con ellos. Fue aquello verdad. Juntos elaboraron
objetos valiosos con el petate, la cañita, el guano y las semillas.
Por qué nunca supieron nuestros primeros maestros de
aquello. Vegetábamos dentro de un salón, coreando las primeras
letras, atrapados dentro de un esquema rígido, mientras mis coterráneos con
relación a su medio, eran libres bajo los claros dominios de las palapas.
Al mismo tiempo se volvían cultos y civilizados en su entorno.
Es hiperbóreo decirlo e hiperbólico callarlo. Escuchaste estas
palabras en la propia voz de Remilde Montessori (6) quien
se acercó a tu trabajo para exclamar: “¡Qué notables parecen la desenvoltura,
la espontaneidad y el brillo en la mirada de estos niños!” Yo creo Irena que
tenían la mirada engarzada de “Los niños traviesos”.
Tú sabes (no escribiré tú sabías) que esta mirada está salpicada de
emociones, lo saben muy bien todos aquellos que tienen por hombro
izquierdo una lágrima. Sólo la emoción deja huella. Es ella la
mejor aliada en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Debiera gritarse. Mira que permanecer en el trópico húmedo (seis años) dice mucho de ti.
No fue una tierra buscada sino encontrada. No fue una tierra imaginada sino
soñada. El deseo del viaje es innato en los seres humanos, y no es enteramente
humano aquel que no lo haya sentido alguna vez, dijo Octavio Paz. Y como si
entre poetas se dialogara mejor, Czeslaw Milosz le responde:
La
ciudad, los árboles,
las
voces de los hombres,
no eran, no estaban.
Vivía
en un perpetuo irme.
En
algún lado había una ciudad real,
Árboles
reales, voces, amistad, amor, presencias.
Sí. Ceibas reales, voces chontales, amistades nativas, amor a la tierra,
presencias soterradas. Eso son los pueblos dorados de sol que conociste.
No sé qué harás ahora, ni dónde lo haces, lo estás haciendo muy bien
estoy seguro. Pero tiene más de 15 años que le devolviste algo de su identidad
a cientos de niños indígenas y esto también es un Presente. No lo dudes, este
año por el eco de tu obra he vuelto a encontrarme con ellos y contigo.
Permíteme parafrasear un verso de Vicente Huidobro para decirte
algo: yo te espero de pie al final de estas líneas
para agradecértelo. Porque he sentido eso que vaticinaste, una
súbita reacción emocional ante lo sorprendente, de modo que no vuelvas
a venirme con el cuento de que “extraordinarios polacos permanecen
desconocidos”. Seguramente te preguntarás qué ha pasado con estos pueblos, con estos
niños. La respuesta es: continúan defendiendo su identidad contra la “cultura
del progreso”. Villahermosa como todo México se empeña en buscarlo. Pero “la
prisa por desarrollarse, me hace pensar en una desenfrenada carrera por llegar
más pronto que los otros al infierno”, dijo Octavio Paz.
La mejor descripción hacia tu
persona la hizo tu amigo y poeta Ramón Bolivar: “Irena calla, y en el
espacio que deja la última palabra, aparece una sonrisa. Una actitud de quien
oculta algo nuevo. Mira el techo de guano de la palapa y en un instante
"como de nomeolvides" se pierde entre los laberintos claros de su
pelo".
NOTAS
(1) El presente texto aparece citado en la segunda edición del libro: http://basica.sep.gob.mx/dgei/pdf/inicio/bibviertual/CartaSalomon.pdf, PP. 27,29.
(2) Majchrzak, Irena: Cartas
a Salomón: Reflexiones acerca de la educación indígena. Gobierno del Estado
de Tabasco, Villahermosa. 1988.
(3) Pez de hocico alargado,
semejante al del lagarto y tiene dientes largos y punzantes.
(4) Los
maya-chontales son un pueblo mayense que habita en el actual estado de Tabasco.
El término chontal es un vocablo mexicano que significa "extranjero".
Se autodenominan yokot'anob o yokot'an, que significa "el pueblo que habla
yoko o choco". Se consideran descendientes de los olmecas históricos.
(5) Capital del estado de Tabasco,
México.
(6) Nieta de la
doctora María Montessori.
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