LA ESTÉTICA DEL ZANATE






I. FISIOLOGÍA DE LA MORAL Y DEL ZANATE
II. EL IMPULSO FORMAL: BAÑO DE HORMIGAS
III. DE LA RETÓRICA DE LOS ÁRBOLES Y EL VIENTO
IV. MALEDICENCIAS Y PEATONERÍAS DEL ZANATE
V. REFORMA MORAL
VI. NUEVA SENSIBILIDAD MEXICANA



En la contemplacion de la naturaleza nada
puede considerarse superfluo.
Plinio el Viejo

FISIOLOGÍA DE LA MORAL Y DEL ZANATE
Hace ya tiempo que la gracia de las aves ha afectado tanto nuestro ánimo que desde la filosofía del arte hemos tratado poco sobre si la nuestra ha hecho buena o mala gracia en ellas. No obstante, aún tenemos pies para hacerles oír el andar de estas ideas pues sentimos la necesidad antigua de retomar también el asunto de la privación de la libertad como una exigencia no ya sólo de la educación sino de la época. El crimen anónimo ha puesto en vilo cualquier paso y ha sangrado el vuelo alto de nuestra imaginación por lo que quizás me permitan liberar por instantes, ciertos conocimientos estéticos, profundos y sinceros, que el tiempo mantenía secuestrado desde los buitres de Prometeo y cuya absoluta liberación dependerá ahora de mí si consigo provocarles el mínimo interés en ellos. Me esfuerzo entonces en hacerles sentir esta desolación tan sensible al observar que hombres brutales van conduciendo a nuestros jóvenes por caminos que jamás les soñamos. El Estado poco podrá hacer sin una contribución a gran escala del Arte como principal instrumento. De tal modo, esta indignación nos pone otra vez en marcha hacia las calles para que también como el zanate mostremos que el luto no nos sirve únicamente para cruzarnos de alas.       
     Hemos leído en La Ilíada de Homero que “los troyanos avanzaban entre una inmensa gritería, parecida al reclamo de las aves”. Y Plinio el Viejo nos cuenta que los Romanos sentían admiración por cualquier ave que imitara el lenguaje humano y tanto más a los cuervos por cuyas acciones inteligentes recordaban. Buscamos entonces sensibilizar a la juventud con algo de este reclamo inteligente que los anime hacia la búsqueda de una reforma moral en nuestro país y que además nazca de pie como los pájaros. Esta nueva dialéctica exigida desde la comprensión de Hegel, sobre el mundo moviéndose mediante las contradicciones, nos salvaría al menos de la apatía y el salvajismo, que están desde hace tiempo sobre nuestras cabezas como espeluznante penacho. Nos intimida aquello, es forzoso decirlo. El zanate no cuenta con su cresta ni la necesita para hacernos entender que en nuestra ciudad toda moral está por los suelos. Por si fuera poco, Quiscalus Mexicanus es un ave menor al cuervo, menor al mito, menor a la Gracia. Sin embargo, para no continuar con cosas sabidas diré que hemos aprendido de su caminar. Que la fortuna nos favorezca por recordarles un tema tan ligero. No obstante, Jenofonte dice en Recuerdos de Sócrates, que este andante y filósofo matutino, creía en un genio tutelar, bueno o malo, que acompañaba a cada hombre durante su vida. Guardaba así, cierta diferencia con la mayoría de sus contemporáneos que pensaban que las divinidades a través de los pájaros y los encuentros, disuadían y estimulaban. Si discrepamos por esta única ocasión con el Ateniense, que nos toque en suerte entonces en disuadirles de abandonar estas líneas. Pues hemos buscado estimular este encuentro. Ojalá, vuestro genio nos lo conceda.
     Queremos hablar sobre la moralidad humana a través de la dignidad del arte. Comencemos entonces primero por delimitarnos en la ‘suprema tarea’ de Hegel: manifestar el espíritu a través de lo bello. Y enseguida, darnos a entender desde: la proyección de Schiller hacia la unidad del ser humano mediante la reconciliación y armonía entre lo espiritual y natural: ‘Ideal supremo’. Guía de la razón. No obstante, para abordar nuestro tema creemos que fracasamos ya de inicio con intentar poseer la estética racional objetiva de ambos filósofos. Por lo cual, determinemos esta grave naturaleza que hoy nos avergüenza mediante una subjetividad sensible pero de Forma viva.
     Es así que en nuestra alma se ha cumplido de manera opuesta la ironía pitagórica mucho antes de los tiempos, porque primeramente hemos encarnado en lo bestial postergando con ignorancia lo verdaderamente perpetuo. Sin embargo, hemos de recordar que en el pasado cuando entendimos que el alma era alada, sin duda lo libertario fue siempre ese pie donde nos apoyamos con fundamento. Vimos que el águila era capaz de mirar fijamente al sol. Contemplamos cómo el gallo le mostraba al mismo astro el poder de su canto. Anhelábamos respirar los aires de los cielos. Nunca nuestros ojos bajaron la mirada. Jamás nos resignamos. Y desde Tales de Mileto, aquellos fueron los mejores tiempos para todas las ciencias y para todas las artes. Pues más que aspirar a ser ángeles queríamos tener alas como las grandes aves fabulosas de Apolo y Belerofonte. Filósofos importantes como Pitágoras fueron de ánimos alados, Empédocles fue llamado el rechazavientos y también los hiperbóreos tenían gracia alada como Ábaris, el caminante aéreo según nos ha contado Jámblico. Y cuenta también Giordano Bruno que contrario a la naturaleza hasta ‘el camello quiere encaramarse a las estrellas’ y ‘los cerdos arden en deseos de volar’ pero también las golondrinas por indomesticables fueron llamadas charlatanas. Enhorabuena, maestros, filósofos, poetas y ciudadanos, 'locuaces libros andantes' debemos ser para empezar a domesticar a esta bestia con alas.
     Veamos entonces los vuelos geométricos que del cielo mexicano van cayendo, y quedémonos junto al zanate, que ahora prefiere caminar, pues esta libertad es uno de los atributos más iridiscentes de su cuerpo en movimiento. Esto es lo que dice el sol y nosotros le creemos. Lo involuntario en él, es ese ánimo aguerrido de su canto que muy temprano lo pone en vuelo y en gallardía de pepenar, bajo los pies de la urbe, lo que la mañana le concede como ‘libre averío’. Lo voluntario en él es su plumaje en erección cuando silva. Cuando el zanate canta, estamos conduciéndonos ya sobre el asfalto. Pero los zanates no se irán. Se oirán. Bajo el llamado de este campanario de ideas hemos de congregarnos hacia una nueva comunión que al igual que a Darwin con las palomas, se nos redima a nosotros del mismo modo para con los zanates.
     Aristófanes en su comedia Las aves...

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