Hidromancia poética
─Sí─ ,digo, y me maravillan las palabras:
se forman como agua en la lengua y caen con una lenta belleza en el aire.
Ray Bradbury
Para que el diluvio antiguo emerja de
nuestra memoria anfibia como un sombrero de copa y las condiciones del agua humedezcan
el rostro de los ahogados del futuro. Es ya vital tomar los escenarios por
asalto. Irrumpir poéticamente. Sacar a flote lo que los discursos a pique no
consiguen remontar. La hidromancia poética como la ciencia misma, también tiene
sus vaticinios. Lo sabemos por las hidroeléctricas y los hidrocarburos. El agua
escasea y pronto nos bañaremos dos veces en el mismo charco. Lejos de aquí, un
escarabajo africano[1] amanece convertido en
Gregorio Samsa, y acostado boca arriba aprovecha el agua de las neblinas.
Hidratante paradigma. El agua nos sigue a todas partes, el agua que está de pie
frente a nosotros mientras permanece en el vaso.
Desbordemos
pues la hidrología del verso, la situación actual, los presagios de enaguas en
nuestro planeta, y los retos que por Neptuno debemos aceptar. Para ello arriesguemos
una hipótesis o un augurio o como quieran llamarlo: la conquista poética del H²O conlleva a la conciencia humana
sobre el uso adecuado y valores de este elemento natural. Esta conquista sólo
es posible a través del poema. Las nuevas reflexiones sobre el agua deberán
recurrir a la poesía. De lo contrario, cada conferencista se tomará su correspondiente
botellita de agua y nos dejará muriendo de sed.
El
combate en el fondo
El mar no volverá a abrirse para
dejarnos pasar ni tampoco lo harán los cielos. Los ahogados recuperarán la
cosmogonía del diluvio y retornarán a las aguas amnióticas. Los cristianos lo
presienten al sentir el bautismo en sus cabezas y los musulmanes lo averiguan
de cuerpo entero cuando bajan al Ganges. De nuestros ojos emerge la sal del mar
en ciertas mañanas pero bajos esos puentes de miradas reumáticas, bajo esas
lágrimas de tiempo libre, sacamos la manguera para regar los autos que vemos
florecer a 120 kilómetros
por hora, con el saludo y beneplácito de los alumbrados eléctricos. Aves de mal
agüero son los hidroaviones cuando los miramos volar perdidos en el cielo. Seguramente
habrán extraviado algún mar. Aves de mal agüero son las alcantarillas junto a
un taller mecánico. El aceite que derramamos ayer nos hará resbalar mañana.
El
cielo tiene sus nubes y vosotros homo sapiens: ¡Tenéis tinacos! Fluyen las
aguas por las tuberías de cobre, fluyen los gases combustibles por los gasoductos.
Nadie vive con una vena cortada, nadie soporta un vaso sanguíneo derramado. ¿Cómo
entonces circula tanta indiferencia ante el desperfecto de una tubería? ¿Cómo
permitimos el derrame infame de un conducto petrolífero? Hasta las moscas
conservan azules sus alas y los recién nacidos traen un iris marino en sus
pupilas.
No
es cierto Berenice[2] que vagas
despreocupadamente por la vida, sin pensar en las sombras del camino o en la
huida silenciosa de las horas de alas negras. Yo entretanto contempló ¡Des idées! Tus dientes son para mí ¡Des idées! Y con el grifo abierto, mientras
extiendo pasta dentífrica en el cepillo, de pronto veo acostada de espaldas a una diminuta imagen de mujer, de coral o quizá
de miga de pan pintada[3].
Comprendo a regañadientes las formas de tener miedo.
Somos angelizados
mientras tomamos la ducha y acariciamos la piel fresca que nos vibra, sin
embargo las aguas del espejo esperan impacientes nuestro rostro. Demasiado tiempo
fluye en las regaderas. ¿Cuánto hace Narciso bello, vanidoso, que dejaste la cara
flotando en las aguas cristalinas de un arroyo? ¡Si seré bestia dijo el poeta!
Ordenemos esta pregunta retórica en plegaria: Dime bello Narciso, ¿por qué
ahora rehúsas contemplarte en el espejo de la historia?
El
combate en la superficie
El hombre que jamás cambia de opinión
es como el agua estancada: “Engendra reptiles de muerte”. Sentenció William
Blake. Pantanos y popales: vosotros no engendran tantas alimañas como las que
se originan en las aguas de nuestra razón. Sí digo, y me maravillan los centros
comerciales que se alzan como nuevos templos de idolatrías sobre sepulturas de vasos
reguladores. El Centro histórico del país se hunde y entre las grietas asoman
sus cabezas los ídolos del pasado. La historia resurge siempre. Las calles en temporadas
de lluvias son verdaderos acueductos por donde también asoman sus cabezas: autos,
sillas, mesas y animales domésticos. La prehistoria también emerge.
Una paráfrasis más
de poeta maldito: “Vengan, vengan, ciudadanos del olvido, muertos del futuro, presto
estoy a recibir sus enseñanzas coaguladas porque orino alto. A lo lejos. Hacia los cielos hoscos y con el
consentimiento de los grandes heliotropos. Perro lamiendo estrellas y recuerdos
de estrella, perro lamiendo tumbas, quisiera el futuro como una paloma en mis
manos”
Somos los ahogados
del futuro, alguien ahogará un llanto, otro más una esperanza, nos ahogaremos
en un vaso de agua. Y cuando se derrita el último de los icebergs; tan pronto
ese frío entre a nuestro corazón: ¡Pardiez! Estaremos con el agua hasta el
cuello.
BIBLIOGRAFÍA DE POETAS
MALDITOS
Deltoro, Antonio: “Esqueleto de agua”
en Poesía reunida. México, UNAM,
1999.
Bachelard, Gaston: El agua y los sueños, México, FCE, 1978.
Rimbaud, Arthur: Poesía completa, Barcelona, 1972.
Blake, William: “El matrimonio del
cielo y el infierno” en Antología
bilingüe, Madrid, Alianza, 1987.
Gorostiza, José: Muerte sin fin, México, FCE, 1996.
Cortázar, Julio: “Aplastamiento de las
gotas” en Historias de cronopios y de
famas, España, Punto de lectura, 1999
[1] Stéphanie
Savariaud “Chasseurs de brouillard” en www.Libération.fr,
Paris, 18 de diciembre de 2004.
[2] Edgar Allan Poe, “Berenice” en Cuentos 1, Madrid, Alianza, 2001, pp.
294-302.
[3] Julio Cortázar,
“Instrucciones-ejemplos sobre la forma de tener miedo” en Historias de cronopios y de famas, España, Punto de lectura, 1999.
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