AMOR POR DESTINO Y AMOR POR ELECCIÓN EN "EL QUIJOTE"



El amor es un nudo en el que se atan,
indisolublemente, destino y libertad.
Octavio Paz
La llama doble


Dice Ortega y Gasset que hasta el hombre más inculto al hablar de amor, usa vocablos y conceptos de Platón, de Aristóteles, y de lo estoicos[1]. Este apunte filológico nos informa desde cuándo se viene llevando a cabo el banquete de una tradición que se niega a terminar. La filosofía y la literatura nos han conservado un lenguaje amoroso que fue propio de la Edad Media. Se preservó porque esta forma de amar fue aceptada, de lo contrario, nuestros celos de hoy serían de otro tipo. Aurelio González en su ensayo De amor y matrimonio en la Europa medieval[2], nos señala que investigadores como A. Jeanroy han afirmado que el amor es un invento del siglo XII. Podemos un poco discrepar con él, si tan sólo recordamos la frase de Werner Jaeger de que la idea del hombre es muy distinta al hombre como idea. Sucede lo mismo en el caso que nos compete ahora: la idea del amor es diferente del amor como idea. El amor ha existido en todos los lugares y épocas. Prueba contundente son las diversas literaturas en las que el amor aparece como asunto central al que se adhieren otros motivos. Sin embargo, el amor cortés (el amor como idea) fue un modo sublime de amar, concebido en la Provenza francesa y llevada por los poetas hacia el centro del mundo occidental. Influenciados éstos por la cultura de los árabes, donde emires y señores se declaraban sirvientes y esclavos de sus amadas. Por ello, el tratamiento de privilegio, de cortesía y atención del cual nos valemos en nuestras conquistas amorosas, es a la manera de antiguos caballeros medievales y continúa teniendo vigencia en nuestros días, como bien nos lo recuerda Ortega y Gasset. 

     Entrando en materia del tema, se parte del amor cortés como idea predominante en la conducta y fantasía de D. Quijote. En ese mundo de desvarío, el amor por destino y el amor por elección le salen al paso de sus andanzas. Cervantes simboliza estos dos tipos de amor en Grisóstomo y Marcela, personajes que aparecen en los capítulos XII, XIII y XIV. Es característico en Cervantes una necesidad (¿O necedad?) dualística nos dice Avalle-Arce: <<Cervantes no nos da halladas, hechas y resueltas las verdades vitales, así como él tampoco las encontró en tales condiciones. Lo que hace es presentarnos imparcialmente los elementos para que fundamentemos nuestro juicios, en ejemplo máximo de colaboración artístico-ideológica entre autor y lector>>[3]. De tal modo que amor por destino y amor elección cumplen una función importante y dual en la novela. Diferenciados por el propio personaje de Marcela cuando explica sobre su condición de mujer: <<El cielo aún hasta ahora no ha querido que yo ame por destino, y el pensar que tengo de amar por elección es excusado>>[4].

Amor por destino (APD) en Grisóstomo

     Se ha estudiado que el mundo social donde cabalga Don Quijote de La Mancha es el de una época semifeudal. Allí las jerarquías nobiliarias de señores y vasallos rigen las conductas de todas las personas por destino divino. <<La supremacía del estamento nobiliario en los Reinos Peninsulares fundada en la propiedad efectiva del suelo y el dominio jurisdiccional de tierra y vasallos, crece durante la última época de la Reconquista y se consolida definitivamente en el reinado de los Reyes Católicos>>[5]. Si a D. Quijote lo mueve la hidalguía por resucitar el código de los caballeros andantes y de las armas, a Grisóstomo lo impulsa el resucitar la cortesía y el galanteo por las damas. El amor es un desafío que presenta obstáculos. El Discurso de las Armas y Letras de D. Quijote es transportado por el estudiante al lenguaje del amor, mediante el uso de metáforas sobre las armas: Grisóstomo asedia a Marcela, es un prisionero de sus encantos, de su belleza, y desea ser vencedor entre todos los amantes competidores que la asaltan. Abandona sus hábitos de escolar y se enrola en la vida pastoril, como vasallo de su amada. Y emplea también el discurso de las Letras pues como trovador sabe poetizar y desafiar al amor (Canción de Grisóstomo). Finalmente da muestra de valor y muere antes que resignarse a la derrota. Esto se cumple en la novela porque sabemos que el APD consecuentemente termina en tragedia. Desde Helena de Troya hasta Madame Bobary la relación entre amor y muerte es indisoluble. El nudo gordiano es siempre el adulterio, que es causado por algo ajeno a la voluntad propia. En el caso de Helena por el mandato de una diosa. En el de Emma por los libros perniciosos. Al respecto, para Denis Rougemont el adulterio es característico en el amor cortés. La literatura donde se matiza dicha verdad es en la leyenda de Tristán e Isolda. 

     En Tristán e Isolda el amor es como una enfermedad que trastorna al cuerpo. Una pasión tormentosa. Un arrebato. La mujer es la señora y el hombre su vasallo, es también mariana porque a través de ella es posible alcanzar el perfeccionamiento. La posición del amante es enfrentar obstáculos: diferencias sociales, celos, distancia, edades, infamias, deshonras, etc. Y el sufrimiento es condición indispensable para esta clase de amor. Las reacciones físicas que tiene el amante ante su amada son palidez al verla, corazón estremecido, falta de apetito, insomnio, locura, etc. En D. Quijote de la Mancha el amante que cumple perfectamente con estas enumeraciones sentimentales es Grisóstomo y en este tipo de amor se ama siempre por destino (el filtro).


     ¿Pero cuál es el filtro que desencadena en Grisóstomo este destino?: el error de amar a quien no es. Tristán e Isolda beben por equivocación la pócima mágica y quedan prendidos en un tormentoso deseo de pasión y muerte. El mito hace su aparición, al quedar Grisóstomo prendido de Marcela. Cree el enamorado que ella es una pastora. Se nos cuenta de Grisóstomo que era éste un hijodalgo rico, heredero en mucha cantidad de hacienda, de muebles y raíces, de ganado. De su formación, que había sido estudiante de muchos años en Salamanca, muy sabio y muy leído. De sus gustos, que era buen compositor de coplas, villancicos y autos sacramentales. Y de su carácter, que era muy buen compañero, caritativo y amigo de los buenos, y que tenía el rostro como una bendición. Queda claro que Grisóstomo no era de condición humilde, por lo tanto era ajeno a sentir otra clase de amor que no fuese el que caracterizaba a los hijodalgos: el amor cortés. No sólo era un hijodalgo, sino además caballero: <<Hay varios personajes que podrían considerarse miembros de este sector privilegiado de la clase nobiliaria (Caballeros): el vecino de Sancho…don Diego de la Llana…o el joven Grisóstomo>>. El estudiante de Salamanca era un heredero y <<la pervivencia del patrimonio familiar de estos caballeros queda asegurada por las Leyes del Mayorazgo…en ellas se establece el derecho del primogénito al disfrute de todos los bienes dejados por el titular>>[6]. Dentro de este régimen de jerarquías, el caballero ocupaba un nivel más alto entre la nobleza sin título, y por ende eran superiores a los simples hidalgos. Grisóstomo idealiza a su amada como Alonso Quijano. Entonces, el personaje se quijotiza no sólo en el discurso sino también en su cortejo. Otra alusión no escapa a esta idealización de Grisóstomo, su pasión por Marcela reúne los claros elementos de un amor místico: anhelo y exaltación por la belleza de la amada, la proclamación de sus virtudes, culto, castidad. La ausencia de la amada le provoca: mayor deseo de tenerla. Su alma se abandona a la soledad del mundo, y se empeña en reverenciar la imagen mariana. En la cima de una montaña sufre el amante este deslumbramiento, allí la ve por vez primera, allí se declara y sufre el rechazo de Marcela, y si seguimos la idea del suicidio <<ofreceré a los vientos cuerpo y alma>>, desde allí se arroja hacia la muerte. Por si fuera poco, en el mismo sitio le fue dado a los testigos de su entierro, conocer a manera de canción, toda la desdicha que lo arrastró en vida. Aquellos versos de Jorge Manrique son muy oportunos para el final que caracteriza al APD: 

No tardes, Muerte, que muero;
ven, porque viva contigo;
quiéreme, pues que te quiero,
que con tu venida espero
no tener guerra conmigo.

Amor por elección (APE) en Marcela

     Si con Grisóstomo muere el amor por destino, con Marcela cobra vida una nueva forma de amar, tan celebrada por Cervantes en la mayoría de sus personajes femeninos. Del APE es arquetipo la hija del labrador Guillermo. Es la primera mujer a la que se le dedica un episodio en la obra. El personaje transgrede la conducta de la época, no es el filtro del destino sino el accidente o la causalidad lo que determinará el amar. Romeo y Julieta son el mito por excelencia en este caso. 
     Se nos cuenta de Marcela, como una mujer cerca ya de los quince años, huérfana, muy parecida a su difunta madre en belleza. Fue criada por un tío sacerdote, quien además administra los bienes que el papá le heredó. Lo seguirá haciendo hasta que ella contraiga nupcias. Su condición social está por encima de la de Grisóstomo: <<―Digo pues, señor mío de mi alma –dijo el cabrero–, que en nuestra aldea hubo un labrador aún más rico que el padre de Grisóstomo, el cual se llamaba Guillermo>>[7].

       Las características del libre albedrío en Marcela, se presentan primeramente con la renuncia a la vida que tiene. Adopta la vida pastoril para conocer la verdadera libertad. Aunque está en la edad del matrimonio, este sacramento significa para ella una carga pesada de la cual no se siente capaz de soportar. El sacerdote, aunque goza de los beneficios de la herencia de su sobrina no cesa de importunarla para que elija compañía a su gusto, <<porque decía él, y decía muy bien, que no habían de dar los padres a sus hijos estado contra su voluntad>>[8]. En dos de los principios rectores del amor cortés que recoge Andrés Capellan se nos dice: 1. El amor no es posible en el matrimonio porque no existe la libertad. 2. Es insensato que la dama que no ama exija ser amada. Marcela parece seguirlos al pie de la letra como dogmas. El personaje también se quijotiza porque prefiere peregrinar por los campos, a la manera de Alonso Quijano. De igual manera, en ella la fidelidad también está en alcanzar sus más nobles valores.
     En lo que respecta al principio dos, Marcela enarbola un discurso en respuesta a La canción desesperada de Grisóstomo. Comienza por creer en la belleza como un símil de la naturaleza. Defiende su honestidad y la vida contemplativa como una analogía del alma en busca de lo infinito. Descubre entonces la esencia del ser y esa identidad entre el hombre y las entrañas naturales. Expresa además la decisión de no someter la voluntad de amar a quien no le parezca:<<El verdadero amor no se divide, y ha de ser voluntario, y no forzoso>>[9]. Su discurso se asocia con el del Quijote en defensa de los caballeros andantes, en el caso de Marcela podemos decir que lo hace en defensa de las mujeres andantes, sin embargo las posiciones de ambos son vistas como desatino y locura de los tiempos.

     Pero, ¿cómo da inicio en Marcela el amor por elección?: con la renuncia a su condición social. Transgrede así una conducta de la época. El haberlo hecho tendrá un castigo. Marcela se fuga a los campos. A su soledad no la acompaña la poesía bucólica, sino el trabajo. No canta al amor sino a la libertad. Recordemos que el amor cortés no sólo era un ritual. Es además una ficción poética. Una regla de conducta y una idealización que Marcela de ninguna manera continua. En el APE se tiene entonces como compañía a la soledad, y son la honra y la virtud los adornos que transportan al cuerpo y al alma hacia un arrebato de la búsqueda por lo divino. Marcela lo alcanza en el contacto con la naturaleza: <<Yo nací libre, y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos: los árboles de estas montañas son mi compañía, las claras aguas de estos arroyos, mis espejos; con los árboles y con las aguas comunico mis pensamientos y hermosura…mi intención es vivir en perpetua soledad y de que sola la tierra gozase el fruto de mi recogimiento y los despojos de mi hermosura>>[10]. No obstante, cuando Grisóstomo se cruza en su camino, acontece el encuentro de dos mundos opuestos. Para ella resulta una invasión. Para Grisóstomo una conquista. Marcela no desea el encuentro con el amor sino vencer al destino con las dos palabras de Ifigenia: ¡No quiero!
        Por lo tanto, ella está más cerca de Artemisa que de Afrodita. Fiel a su persona, se cuida sola. No busca la venia masculina ni sus favores. Sólo quiere "amanecer cada día, al tronco de sí misma atada"[11].
     <<La transgresión, el castigo y la redención son elementos constitutivos de la concepción occidental del amor>>, dice Octavio Paz en La llama doble[12]. Estos personajes del Quijote, trasgreden su condición social y sufren un castigo. En Grisóstomo, su muerte como hamartia. En Marcela, la novela sólo nos dice que dio la espalda y se alejó a los montes. Fue entonces su pena tener multitud de nombres para la belleza que posee. ¿Queda por saber si ambos obtienen una redención? La respuesta sólo puede ser dada como una idea Rimbaudiana y Quijotesca: "El verdadero amor está en otra parte".


[1] José Ortega y Gaset: Estudios sobre el amor. España, Edaf, 1995.
[2] Aurelio González, “De amor y matrimonio en la Europa medieval” en Amor y cultura en la Edad Media, México, UNAM, 1991, Pág. 29.
[3] Juan Bautista Avalle-Arce: “Grisóstomo y Marcela (Cervantes y la verdad problemática)”, en Nuevos
deslindes cervantinos
, Ariel, Barcelona, 1975, pág. 113.
[4] Miguel de Cervantes Saavedra, Don Quijote de la mancha, edición de Francisco Rico, Real Academia Española/Asociación de Academias de la Lengua Española/Alfaguara, México, 2004. Edición del IV Centenario. Cap. XIV.
[5] Javier Salazar Rincón: “El mundo social del Quijote”, Madrid, Gredos, 1986, pág. 17.
[6] Javier Salazar Rincón: “El mundo social del Quijote”, Madrid, Gredos, 1986, pp. 91-92.
[7] Don Quijote de la mancha , Cap. XII, pág. 106.
[8] Don Quijote de la mancha, Cap. XII, pág. 107.
[9] Don Quijote de la mancha, Cap. XIV, pág. 126.
[10] Ibid.
[11] Alfonso Reyes: Ifigenia cruel. México, UNAM, 2009.
[12] Pág. 31.

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