Octavio Paz o Asterión en su laberinto


Serán las próximas generaciones de jóvenes escritores y lectores quienes darán la importancia justa y esencial a la obra de El laberinto de la Soledad. Aquellas que vienen detrás. Serán ellos y no nosotros. Estos hombres del mañana, ubicados desde otro contexto histórico y social, a causa de las décadas que llevarán en sus libros, ajenos a los tiempos del autor de la obra y a sus detractores, desinteresados de  los protagonismos de cantinas, de cafés, de universidades, de periódicos; distantes de ese sarampión de la humanidad con que Albert Einstein bautizó al nacionalismo, estos hombres serán los que hablarán de Paz como se habla hoy en día de Montaigne, de Unamuno, de don Alfonso Reyes. Los lectores contemporáneos al libro de Paz,  lo acusaron de soberbia y tal vez de misantropía, acusaciones a todas luces hacia su persona. No tuvieron presente que un escritor no nos da lecciones de vida, sino de ideas y pensamientos. En Francia no se habla del otro Rimbaud que traficó con esclavos, ni en Estados Unidos del otro Chomsky antiestadounidense.  En Chile, tampoco se habla del otro Neruda que recibió premios teniendo como telón de fondo a los Gulags. ¿Por qué entonces se nos habla más del Paz político y no del escritor? ¿Será una cuestión mexicana?, no lo creo: es un defecto óptico el anteponerle a un autor múltiples anécdotas y supercherías que sólo conllevan en cualquier análisis a expresar minucias de sombras. Es irrisorio que estos enfoques ópticos sean utilizados para los estudios de cualquier trabajo artístico. Pero no es una cuestión de salvar almas ni de perdonar errores lo que precede a esta observación, es en la selva de las pasiones literarias, un acto de escepticismo, de no caer en las trampas de la fe o debiera decirse en las trampas de las ideologías. La consigna en los círculos, talleres y salones artísticos del ayer y hoy, es hablar mal de Paz para hacer creer que se está capacitado para hablarle a las caras de la plebe literaria. En consecuencia, como análisis a su obra tenemos una crítica impresionista, un escaneo de imagen, un ensayo de oído. Crítica cuyos autores no son capaces de recordar un sólo poema del vate, uno como aquel que se lee en Ladera Este  y que Jorge Volpi cita en su prólogo a Pedro Páramo. Versos que resultan universales, legítimos para todo ser humano y no únicamente para el nacido en México:
Si el Hombre es polvo
esos que andan por el llano
son hombres. 
La obra ensayística de Paz abarca mucho de la realidad mexicana de su tiempo y también la anterior a él y a nosotros: el pasado prehispánico. Obra fundamental para el país es entonces El laberinto de la soledad. Libro mítico, aun tiempo literario, filosófico, histórico, sociológico y autobiográfico. Un compendio híbrido donde Paz ensaya el ensayo de ser mexicano. Pero, ¿qué es esto de ensayar un ensayo y de ser mexicano?: es una respuesta personal a una pregunta personal, dijo el propio poeta. Es un libro al cual no se le ponen fronteras genéricas ni se le puede negar a cualquier espíritu el estudio sobre el origen de uno mismo. Sin embargo, los primeros ataques sobre la obra fueron que dichos textos habían salido totalmente del libro de Samuel Ramos: El perfil del hombre y su cultura en México. Crítica apresurada cuando no se hace un repaso histórico y sociológico de las ideas que flotaban en la colectividad hispana y que permearon  a nuestros ensayos, cuentos y novelas. No podía ser de otro modo dijo Paz y cito: "Son obsesiones populares, cifras y claves de una sensibilidad. Una inquietud que comienza desde España con Miguel de Unanumo y con su ensayo En torno al casticismo, y que en México culminará con el grupo Hiperión y su filosofía del mexicano". 

Octavio Paz inicia su libro con una interrogación a la historia nuestra, que es a la vez la interrogación que nos  sucede como individuos. Hay dos espejos del cual siempre nos valemos para mirar este curso, uno es el espejo geométrico, ese vidrio rectangular, ovalado o cuadrado de ideas, que refleja el tiempo propio de nuestro existir. En su revés está el espejo histórico, aquel que proyecta el transcurrir de los siglos. El primero es particular y en él nos preguntamos y mostramos como ser humano, el segundo es general y en este nos mostramos y preguntamos como nación.
            El laberinto de la soledad  está agrupado en ocho capítulos. El capítulo uno lo compone El pachuco y otros extremos que es la introducción al libro. En esto el poeta desarrolla un método inductivo.  A través de una soledad individual, en este caso la del Pachuco, Paz avanzará en su camino hasta detenerse en la soledad de un país, en este caso la del México contemporáneo.  Los capítulos II, III y IV están dedicados a un análisis de nuestros mitos. Titulados, en este orden aparecen: Máscaras mexicanas, Todos Santos, Día de Muertos, y Los Hijos de la Malinche. Los siguientes capítulos del V al VIII, tratan sobre la historia después de la llegada de los españoles a nuestro país. Estos se llaman: Conquista y colonia, De la independencia a la revolución, y con los capítulos VII y VIII Paz finaliza el libro hablando sobre la situación en el mundo donde le tocó nacer y madurar como escritor. 
Repasemos brevemente un poco de lo que hay detrás de cada capítulo. Sobre El pachuco y otros extremos, que ha sido el más polémico de todos, no hay duda que es en éste donde Paz realiza una epifanía del psicoanálisis. Para él, el pachuco es el paradigma de lo bizarro que puede parecer el mexicano. Este hombre que deambula entre la mexicanidad y la no mexicanidad, se aísla y se identifica a través de lo extrovertido, en este caso nos referimos desde luego a lo emblemático de su persona: su vestimenta. Paz interpreta que el pachuco es un inadaptado social.  Por lo tanto la rebelión y la violencia lo caracterizan. Se agazapa a la sombra. El pachuco fue antes el pelado para Samuel Ramos en el ensayo de su libro. El chicano o el pocho es su transmutación en la actualidad. Todo estudio psicológico busca desprender al sujeto de su memoria histórica, liberarlo de sí mismo; sin embargo Paz no se detiene en lo psicoanalítico, su discurso avanza hacia una crítica moral, porque sabe que un análisis clínico cuando consigue el propósito de remediar el trauma, también consigue provocar el olvido, y con ello puede condenar al individuo a repetir su pasado. Paz se concentra en el aislamiento que encierra al pachuco porque en su actitud persiste la provocación que intenta llevarlo hacia la redención. Este deambular es una analogía de la historia de México. Pueblo que busca completarse y redimirse ante el pasado. Esta redención buscó lograrse, primeramente con la emancipación de la corona española, cien años después con la Revolución Mexicana. Paz hace un balance sobre este movimiento iniciado en 1910 y concluye que aquello no fue más que una explosión. Un estallido de máscaras al golpe de la luz universal. La modernidad negada de nueva cuenta. Para Paz, esta revolución no fue sólo una lucha entre nosotros mismos sino una batalla contra nosotros mismos. Fue una fiesta de balas, un intercambio de cartuchera y rifle que reveló nuestro ser.  "una tentativa por reintegrarnos a nuestro pasado, como el pachuco con su violencia, y como lo fue la Independencia y la Reforma”.  
Paz recurre de la misma manera a lo mitológico, no sólo en el contenido del libro resulta evidente, lo es igual desde su título. Los mitos ayudaron a Freud a desentrañar el laberinto de la mente humana. El mito mexicano que empieza desde los Olmecas hasta finalizar con  los Aztecas, desentraña nuestra prehispanidad. Para Paz, este mito está disfrazado, oculto, pero reaparece en casi todos los actos de nuestra vidas e influye decisivamente en nuestra historia. No obstante, todo laberinto supone la búsqueda de una salida. En el mito griego, la salida sólo se consigue con un sacrificio (el minotauro). Y con la memoria hilada de Ariadna se regresa al punto de partida. El pachuco busca en su memoria esa mexicanidad de la cual proviene, pero ignora cómo regresar a ella. La ha perdido o ya no la recuerda. 
La soledad de este pachuco o mexicano es jugar a que lo buscan. Juega a ser otro. En su angustia solitaria, rueda en un mundo que se le manifiesta extraño y hostil. El pachuco se niega entonces a compartir su soledad y al hacerlo se niega así mismo. ...(continua)

Comentarios

Entradas populares de este blog

El discurso histriónico del amor en Batman de José Carlos Becerra

LA ESTÉTICA DEL ZANATE

EL CINISMO EN EL PERSONAJE "MERLÍ"