Madame Gorgona: entre la nota y la palabra


Tres veces intérprete (de música, letras y movimiento), así puede definirse la cosmogonía que posee Madame Gorgona en el espacio y tiempo de la creación multidisciplinaria. Su formación académica aunque ha sido accidentada es por fortuna integral y humanista, con estudios en Letras Inglesas e Instrumentista-Flauta Transversa. Ambas licenciaturas realizadas en la UNAM. El deseo de perfeccionarse la ha acercado también a la danza clásica, folclórica y al jazz. 
     Mientras recorremos el inframundo de la Línea 2 del Metro, comenta que inició sus estudios en flauta transversa a los 12 años. Siempre estuvo segura de que el viento era el elemento que más se adecuaba a su personalidad. Quizás porque su dinamismo aéreo estaba ya desde la cuna de su respiración. Los soplos entrecortados del aire del que nos habla Bachelard se dejan sentir aquí en el subterráneo, al igual que la melancolía de Madame Gorgona quien cargada de recuerdos prosigue diciendo que fue a los 15 años cuando se encontró con Miguel Ángel Villanueva a quien (reconoce) debe su formación flautística. 
    El Metro se detiene más de lo esperado en una estación y ella aprovecha para asociar una experiencia de vida. Cuenta que a causa del paro de la UNAM y a una pausa (crisis) propia de la adolescencia, abandonó temporalmente sus estudios en la Escuela Nacional de Música. Pero en tanto proseguía la suspensión de actividades en la universidad, la danza y el jazz ocuparon su tiempo. Al reanudarse las clases, decide inscribirse en sistema abierto a la licenciatura en Letras Inglesas. Encontró en esta carrera un paralelismo artificioso entre la literatura y su previa educación musical y dancística: la estructura, el estrato fonético, la orquestación, la eufonía, la cadencia, el ritmo, el metro. Todo ello aunado a la especialidad en Traducción Literaria, que la misma le resulta una suerte de interpretación de textos, le advierten de la teoría y métrica musical, de la lingüística, de la semántica literaria y del valor de una obra de arte como un conjunto de sonidos de los cuales fluye el significado. 



     Algunas sillas se han vaciado y ahora sentados hacemos el recorrido. Observo el reflejo de su rostro en la ventana del Metro. Pero ella no ve esa imagen. Prefiere petrificar el diálogo… Fue en el primer año de la carrera de Letras, le escuchamos decir, cuando cursó una materia llamada: “Técnicas estructurales del siglo XX”. Pasó de sólo tocar y crear ideas musicales fragmentadas a la composición. La primera obra que analizó fue Tristán e Isolda de Richard Wagner. Aquello parece un viento soleado. El mito del amor en ópera como inspiración para el goce de sí misma. Su profesor, Ariel Waller, dejó la encomienda de componer solamente utilizando los elementos analizados en la obra –principalmente, sextas aumentadas e inestabilidad tonal. Volvió a casa con un montón de herramientas y se puso a trabajar con ellas. Por primera vez, tenía tanto ideas como recursos para volverlas realidad. Durante el año analizaron otras obras: Debussy, Scriabin, Stravinski, entre otros. Concluyó entonces con un montón de mini composiciones. A la par de llevar análisis musical, canon y fuga. 

     El Metro se ha vuelto atestar de gente y sigue encerrada la noche. Se encierran cuerpos, olores, sonidos y se rozan entre ellos. Se cierran los ojos, se ve o se finge leer, se baja la vista, se ensayan gestos para evitar mirarse. Aquí nadie quiere mirarse. Madame Gorgona se mira una noche sentada frente a la computadora, experimentando ideas en un secuenciador. Le gusta el pop que finalmente influenció en su expresión musical. Se recuerda irreverente y concienzuda, llevando los recursos que había aprendido de Wagner y los demás clásicos de la música, a un formato electrónico, popular, con intervención de la flauta, su instrumento de armonías. La necesidad de expresarse también con palabras no se hizo esperar. Este deseo coincidió con la realización de un proyecto multidisciplinario con su compañero de vida, Miguel Angel Gorostieta, en el que ambos se dieron a la tarea de dar vida sonora a 10 textos de su autoría. Los poemas se convertirían en canciones y los textos narrativos serían dramatizados en ambientes sonoros. Mientras trabajaba en una de sus piezas, hizo una conexión emotiva entre la música que estaba creando y un poema que había escrito tiempo atrás. Encontró que el concepto de la música y el texto embonaban perfectamente, así que dadas las modificaciones correspondientes a ambos materiales para entretejerlos de manera que uno se reflejara en el otro, concluyó “Cuchillo”, la primera de las 10 rolas (no encuentra mejor término para denominarlas) que conforman su álbum Madame Gorgona…



     El Metro al llegar a San Antonio Abad sale de la vida oscura de las vías. Pero a nuestro vagón no  lo aborda nadie, sólo un aire de luz de la estación que en segundos es cortado al cerrarse la puerta. Estamos por llegar a la estación Zócalo. Allí bajaremos. Un hálito de mito e historia estamos próximos a respirar. Le regalamos el Paideia de Lucha Libre y Box antes de salir a la plaza de las confrontaciones. Ella en correspondencia nos obsequia el disco que tanto sacrificio humano le ha significado. Nos habla de él como del cuento La noche boca arriba de Cortázar: entre la vigilia y el sueño. Esas piezas musicales interiorizaron en ideas: el viento tocó la frente. Los textos buscaron expresar lo que había querido decir con música: el verso cantable. Como Jano tuvo dos lados: pasado y futuro. Dos rostros: flauta y canto. Música y letra. La música le exigió movimiento. Dio unicidad a sus rolas escénicas. Se sintió plena como creadora e intérprete. Fue con esta segunda producción que nació Madame Gorgona (www.myspace.com/madamegorgona, música disponible en iTunes), su alter ego, su monstruo artístico de muchas cabezas: flautista, compositora, escritora, traductora, académica, bailarina y las que siguen… 
     La puerta de Jano se abre. Ascendemos rápidamente. Atrás queda Madame Gorgona con esa pasión protectora. Al volver a la superficie cortamos de tajo el corazón de la ciudad. No hay región más transparente que nos haga volver sobre nuestros pasos.

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