"LA BLANCURA IMANTADA" DE NÍGER MADRIGAL

Veo –No lo que pienso,
La cara en blanco del olvido.
Octavio Paz

El color 'blanco' ha sido generalmente asociado a la frialdad por algunos escritores. Ya Aristófanes hizo ´blanco´ de la sátira a varios de los personajes célebres de su época. Histórica es la burla que hace de Sócrates en Las nubes. El romántico Edgar Allan Poe nos da un retrato sobre la palidez de Ligea y de los dientes de Berenice como el color que muestra la Muerte antes de su aparición. Para el simbolista Rimbaud, el blanco es “candor de nieblas”. Así nos lo deja en claro en su famoso poema Las vocales. En Hispanoamérica, los poetas del Modernismo harán del mármol y el cisne, símbolos de su refinamiento aristocrático. Por otro lado, en cuanto a las peculiaridades populares, vemos cómo en los pueblos a los animales que amanecen muertos a media calle, reciben un bautismo de cal para apresurarlos hacia el más allá. En las ciudades, la tiza marca en el difunto la silueta que no volverá a proyectar el sol. Pero dentro de esta enumeración de blancuras, justo en el reverso hallamos también su antítesis: lo negro u oscuro. Maniqueísmo que <<La blancura imantada>> adopta en su nombre de pila. El título del libro es por lo tanto un claroscuro, efecto predilecto de la pintura barroca. Porque Níger Madrigal además de poeta es pintor. Y todo poeta-pintor muestra los colores en su poesía. Con motivo de los títulos de libros, Gerad Genette nos dice que éstos debieran poner en relieve su contenido si se opta por uno temático, sin embargo, para el caso del autor que nos ocupa, el nombre del poemario es metafórico. La alegoría es uno los elementos que conceptualizan a esta metáfora y en consecuencia resulta además simbólico. Alegoría a la alquimia con sus transmutaciones de la materia. Insinuación que alude al imán astral. Por otro lado, los elementos de la materia, tierra, agua, fuego y aire, recorren la obra y se funden en este propósito alquímico. No obstante, en este poemario la Alquimia del Verbo de Rimbaud no se lleva a cabo, pero sí se saluda a la belleza del folclor rural. 'Locus amoenus´ donde era posible para el poeta francés llevar a cabo la transmutación de la nueva poesía. Es el claroscuro el asunto del poema en <<La Blancura Imantada>>. La luz su motivo de fondo, la noche el emblema adonde se adhieren los sustratos típicos de un ambiente rural. Como resultado, lo blanco es expuesto por el poeta de manera inmanente. Recuerdos luminosos que se imantan de oscuros olvidos. 

     Para contextualizar la obra, hagamos memoria histórica y política. En los primeros meses del año de 1996, todo Tabasco se vio sacudido por una explosión de demanda social. El político nativo de este estado, Andrés Manuel López Obrador, llevó a cabo la toma de pozos petroleros. Calificando de nociva a la paraestatal PEMEX y de hacerse además de oídos sordos ante los daños y reclamos de las comunidades campesinas. Mismas, que aseguraba, se veían afectadas en sus tierras, ríos y costas. Elementos naturales que son fuente del sustento económico de la región. Y las consecuencias del avance de PEMEX eran frecuentes: sequía, abandono y desolación. Como analogía de la tarea del hombre en el campo, el poeta Teodosio García Ruíz evocará años después (2003) la vida riesgosa del petrolero en las petroquímicas.

       Este cisma sociopolítico y sus consecuencias en el estado se verá reflejado en la poesía de Níger Madrigal. Sin embargo, los pozos que él tomará para su trabajo poético, no serán los del petróleo. Los pozos de agua se vieron también afectados por la contaminación. Los pozos artesianos forman parte del inconsciente colectivo de los tabasqueños. Estos se mantienen al margen de las ciudades. Actualmente la expansión de la mancha urbana los aleja cada vez más o son ellos quienes se alejan de la ciudad. Níger Madrigal se mantiene también al margen de <<La Blancura Imantada>>. Sin embargo, el poeta cardenense insistirá en matizar el clarocuscuro de sus versos. Contrastar el color del petróleo crudo con el blanco de su lienzo. Moviendo el pincel que lleva en sus manos.

La blancura imantada "mínima"

     Comencemos por analizar la estructura de la obra. Dividida en tres partes. <<La blancura imantada “mínima”>>, <<La blancura imantada>>, <<Indagación de las horas en la ventana>>. Las dos partes iniciales se cumplen como libro cerrado. Sin embargo, el poemario busca acrecentar su unidad con versos añadidos hacia el final de la obra, malqueridos por el poeta por llamarlos de algún modo porque se fracasa en ello. El libro sólo entonces se desentiende como un todo, provoca que el lector crítico termine por pensar que ha estado contemplando un inventario de la noche. La parte final le resta pues unidad a la obra. No se aprecia lo influyente del verso sino lo incluyente. Como primera parte, analicemos forma y fondo de <<La blancura imantada “mínima”>>. 
       Por sus raíces y conocimiento de la poesía tabasqueña que le precede, no podía el poeta iniciar sus versos de otra manera que no fuera una alusión a la naturaleza. Ascensión es el primer poema con el cual se abre el libro. Sin embargo, en su edición resalta un error tipográfico en el título pues aparece escrito como: 'Ascención' (sic). Sin embargo, por los estratos de las palabras que hallamos en el poema, este título no puede justificarse como licencia poética. De tal modo que como Ascensión, el sujeto lírico invoca a la naturaleza por su consabida divinidad primitiva. Tópico heredado de la poesía medieval cristiana y que ésta la conserva como tradición desde los primeros poetas griegos y latinos. Así lo afirma E. R. Curtius, quien además agrega que en los salmos de la biblia encontramos un inventario de los elementos naturales: árboles, ríos, peñascos, etc. Con lo cual Níger Madrigal parte de una evocación con sentido religioso. Ascensión es la semilla que germina en la tierra y que asciende en busca de la totalidad de la luz. Luz que es redentora para el árbol porque aspirando alcanzar los cielos se aleja de la oscuridad subterránea:

                                                          La corteza del árbol crece de alegrías,
                                                          expone sus nómadas texturas
                                                          sobre un azul que resbala en su propio pulimento.

Como alegoría, la imagen del poema en su conjunto no sólo expresa la vitalidad del hombre sino también es cercana a la ascensión de Jesucristo. El inconsciente colectivo no escapa nunca del mito y aquí el sujeto lírico lo retoma para dotar de sentido simbólico el comienzo de su discurso. Las dos preguntas retóricas con las que culmina el primer poema, ponen al lector en correspondencia con el título y con el tono nostálgico en general de los versos. Es fácil reconocer la antítesis entre sueño e insomnio que se presentan en los siguientes poemas: En La sangre insomne, el insomnio está personificado en el pez. Símbolo de la fe de los primeros cristianos y alusión al agua como concepción de la vida. En Ciudad grande, el autor personifica a la ciudad como un monstruo. Tal vez, en alusión a la ballena de Jonás. La voz lírica nos dice que duerme en el vientre del cetáceo, donde el sueño sólo es posible hasta la madrugada. Entonces, ante los primeros coletazos de la conciencia, el insomnio reaparece. Enseguida, Rituales, poema que encarna a la noche misma. El rito es la vigilia y la noche el espacio espiritual que el sujeto lírico rememora a través de una imagen nostálgica. Aún vive ese recuerdo como la llama de una lámpara de petróleo: el ‘quinqué’. Posteriormente, en Eclipse, la luna es el ojo del ciervo, que en medio de la oscuridad, contempla las corrientes de agua mientras sacia el insomnio de su sed. Dos poemas menos cortos que los anteriores cerrarán esta primera parte del libro: Invocación al barro y Clarividencia. El primero de ellos vuelve al génesis bíblico, invocación para no olvidar la condena mítica del hombre de ser solamente agua y polvo, es decir, recuerdo de ser:

                                                            El barro, ciego de mil ojos,
                                                            padre de la orfandad que siempre duerme.

Metáfora recurrente en los poetas para expresar la muerte como abrazo del sueño eterno. Absurdo de la existencia que nos llega al corazón como un infarto de las horas. Finalmente, Clarividencia es tratar de ver más allá de la muerte. No obstante, el sujeto lírico revela su resignación pues no hay ángel capaz de soportar el peso de un muerto. Si la primera parte del libro comienza con una invocación, en su final hay un lamento. No hay ascensión ni resurrección. Como el árbol que tarde o temprano se doblega con sus ansías de luz y se precipita hacia la tierra, igualmente el hombre se doblega hacia el abismo como un ángel enredado en su propia luz.

La blancura imantada

Esta segunda parte de la obra es la mejor lograda por el poeta. Los temas de la soledad y la infancia emergen del pozo de su memoria para cabecear solitarias en el fondo como una cubeta suelta: cuerpo deshabitado. El lector se asoma desde el brocal del poema a esta orfandad pues los dos epígrafes funcionan como metáforas de la polea y la cuerda. Por un lado, es el verso de José Lezama Lima el que sirve como polea fija. Línea versal que pertenece a El pabellón del vacío del libro <<Fragmentos a su imán>>, obra póstuma del escritor cubano. Se clarifica así el título del poemario: la blancura imantada es también la casa imantada. No el tokomona de Lezama Lima sino casas que son un montón de piedras como palabra desarmada, restos de la niñez que aún quedan en el poeta. Espacio vital al que se adhiere todo el folclore rural posible: costumbres, historias orales, supersticiones, rituales... Pero la cuerda por donde se desciende hacia el fondo temático del poemario es la cita de Joan Miró. El epígrafe establece la relación que el poeta guarda con la pintura. Caso particular con la obra de Joan Miró, cuya pintura y escultura van también hacia la mirada de nuestros primeros días. Octavio Paz ha dicho del pintor español surrealista que su trabajo fue también poesía, fábula, relato maravilloso que: “nos cuenta la historia de un viaje. No en el espacio, sino en el tiempo: el viaje del adulto que somos hacia el niño que fuimos, el viaje del civilizado que vive entre la amenaza…y la exterminación…y que sale de sí mismo a la reconquista del salvaje. El viaje en busca de la mirada del primer día. Un viaje no hacia fuera, sino hacia dentro de nosotros mismos".

            En el poema Madre el yo poético emprende este viaje hacia el ayer mientras recuerda a su progenitora, alusión a la madre-tierra. Pues el vacío en la vida, nunca llenado, es la pérdida de ese santuario femenino, que es a la vez el hogar donde crecemos:


                                                              Habítame para deshabitarme de este entierro
                                                              que amanece siendo yo el sepulcro.

Sin embargo, ese cuerpo adulto y desolado no sólo va en la búsqueda del cordón umbilical que lo une con la madre; sino también desea recuperar el vínculo con la figura paterna, del mismo modo como se puede apreciar en el cuadro Maternidad de Miró (véase imagen anterior). Sobre este tema existe una tradición en la pintura moderna, que va desde Picasso, pasando por Chagall, hasta llegar a Botero. Sin embargo, en la literatura son escasas las obras en torno a la maternidad por no decir que raras, dado que la mujer ha sido vista más como objeto del deseo, ser que encarna el ideal del amor, de la familia, del ciclo de la vida. En la literatura contemporánea es la portadora del feminismo y de la emancipación masculina. De tal modo que las artes plásticas nos llevan ventaja en este aspecto pues han sublimado el vientre de la mujer y poetizado la concepción, el embarazo, el alumbramiento: universo materno donde se lleva cabo el primero de los mundos oníricos del hombre. Por eso resulta interesante, que el poeta decida establecer cercanía con la tradición plástica, a través de las analogías. Y si la infancia es también un edén del cual somos expulsados, sin darnos cuenta, años después cuando la recordamos desde el infierno de la adultez, la memoria se imanta de un tono nostálgico, alimentada de mitos y fábulas, animales fantásticos: cigarras en el vientre, mosquitos en el lodo, el hombre de hojalata, la espiga dorada, tortugas anochecidas; y esta misma memoria exorciza sus demonios con matices imperativos (habítame, recuerda, cubre, regrésame) para mitigar el desgarramiento por el tiempo ya ido, tan lleno de misterio como la mano que busca tocar a la noche. Emblema oscuro hacia el final del poema llamado Madre, con el cual el poeta desea establecer correspondencias con ese mundo íntimo de Joan Miró, no obstante, este misterio los traza en colores oscuros el pintor, pues así resulta ser el templo materno donde se simbolizan la fertilidad, el alumbramiento y la nutrición, todos de carácter mágico y sagrado como fue la tierra para nuestros ancestros en nuestra infancia homínida:                                  
  
                                                  Regrésame al lodo y al mosquito
                                                  de aquellos poblado remotos
                                                  en los que vivimos algunos años
                                                  dentro de un sueño breve.

          En  Los misterios el poeta considera que los recuerdos son una acumulación de silencios en la obscuridad. Recuerdos que llegan como oleadas a nuestros pies y que en ciertos momentos nos paralizan, quizás de asombro, quizás de nostalgia: "Cuántos recuerdos que no se mueven": el pasado carece del fluir de las corrientes pues es agua estancada. No empantanada sino dotada de profundidad. En los siguientes poemas cobra más fuerza esta idea simbólica mediante las asociaciones de imágenes que la construyen y dotan de sentido. La memoria es entonces un pozo que se llena de recuerdos. El pozo se significa y dignifica a través de la imaginación del sujeto lírico que recrea fielmente su entorno. 


          En domingo, da comienzo en la obra la relación mítica entre costumbre y religión, que no sorprende pero que resulta significativamente profunda. La limpieza del pozo es a la vez hurgar en la memoria para sacar a la superficie los restos de la infancia. Del mismo modo, el día de la resurrección, símbolo y fe de los cristianos, es además resurrección del agua, agua nueva que vuelve a ser fuente de vida. El lenguaje simbólico prosigue, aunque ahora como representación de la muerte. El ahogamiento físico y de la voz, son el correlativo de un mismo silencio en la atmósfera del poema; se hace referencia al primero bajo el elemento natural de la lluvia, dando entonces pie a la melancolía. El mutismo es nostalgia por los caminos de la infancia, que el poeta encuentra en sus recuerdos, aunque marcados ya de un intenso abandono por el paso del tiempo. Estos caminos no parten de otro sitio que no sea el hogar materno, cuya efímera intimidad  por tantas mudanzas no termina por sentirse. La soledad en el sujeto lírico no tiene entonces una misma cara como en el poema de Pita Amor, sino múltiples: "Soy mis casas". 
           La mariposa es un imán que siempre atrae la mirada, parece decirnos Níger Madrigal al final del poemario. Miramos a la superstición que en nuestras casas se adhiere con facilidad como se adhiere la soledad misma. La mariposa negra es símbolo de lo ausente y de lo que está por venir. Es un amuleto contra el abandono. Un imán que atrapa en la memoria las ausencias más notorias. Aunque en los pueblos tabasqueños la mariposa negra no significa muerte, sí es una muerte metafórica en el reverso pues se piensa que su presencia dará muerte a la soledad. Sin embargo, no se está a la espera de una sola presencia, sino a la de varias. Y ante la sequía de visitas, sabemos ahora quién recuerda:

                                                            ante el vaho de los espejos y las apariciones
                                                            ante el olvido y su charca incidental
                                                            ante la huella de los días ajenos.

Es la blancura imantada, el fantasma de la infancia que ha quedado atrapado en todas esas casas, o en su contraste, la única visita que ha vuelto a ellas por siempre porque como dijo José Carlos Becerra: "Todo regreso es imán". 

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