LITTLE DID HE/SHE KNOW EN 'ES QUE SOMOS MUY POBRES' Y 'LA NOCHE CORRIENDO A TU LADO'


Por: Rogelio Iyari Martínez Márquez

                                                                            
                                                                                    La vida es un viaje en paracaídas y no lo que tú quieres creer.
                                                                                                           Vamos cayendo, cayendo de nuestro cenit a nuestro nadir 
                                                                                                                                           y dejamos el aire manchado de sangre
                                                                                                        para que se envenenen los que vengan mañana a respirarlo.
                                                                                                                                                                            Vicente Huidobro

La literatura es el único lugar en el que nada pasa por casualidad. Desde las narraciones infantiles que nos dejan lecciones de una moral hasta las novelas con mayor complejidad y que nos permiten vía libre en su interpretación, todas fueron concebidas con un propósito y se llenan de señales y códigos que deben ser interpretados para lograr una comprensión, alguna comprensión si es posible, de la obra. Estos códigos compartidos no son una novedad, están presentes en nuestras civilizaciones desde tiempos antiquísimos, podemos echar una mirada a las Mitológicas de Levi-Strauss para notar cómo repetimos las historias, con variaciones, pero sin mover ni un poco las ideas centrales del mensaje a transmitir; además de las historias siempre hay claves a través de los nombres, las frases, las canciones que invaden la narración para llenar nuestros sentidos, y para referirnos a alguna otra situación, otro texto, otro mundo, al otro, pues esto es, el otro, lo que nos hace ser. Es por esto que nuestra capacidad de relacionar textos, que pueden parecernos lejanos ya sea por tiempo o espacio, es algo que debemos cultivar; y no hablo de hacer comparaciones o establecer lazos de manera azarosa (no, no es un ejercicio de entropía, Sherlok decía que debemos hacer que las teorías encajen en los hechos, y no al revés), me refiero a que podemos ver las relaciones más claramente a medida que nos hacemos más lectores, y que esto, a su vez, nos permite unir textos de manera razonada y coherente.

La tradición de la oralidad en México cumple con su función de mantener vivo el relato, y pasar de generación en generación las historias que nos definen como lo que somos, una mezcla de unos mundos que se mezclaron y desaparecieron en su estado puro. Esta mezcla nos ha dotado de una mitología muy particular, si bien separadas por zonas geográficas, que nos significa a todos. Las mitologías de Levi-Strauss vuelven a aparecer, para demostrarnos que a pesar de las distancias los grupos sociales comparten los mitos y superan espacio y tiempo. En el caso de nuestros textos podemos echar mano de esto, pues Rulfo es un autor del bajío, en la zona occidental de México, una zona árida con una industria que había crecido de manera importante en su época, apenas post-revolucionaria, de hecho es el mismo Rulfo quien marca de alguna manera el fin de la novela de corte revolucionario.[1] Mientras que Peralta es nativo de Villahermosa, Tabasco, justo del otro lado del país, un área verde y que comunica con mayor facilidad con la zona selvática centroamericana y que es, aun ahora, uno de los estados que presentan grandes índices de pobreza.  En este punto las coincidencias, aunque parece que nos las pudiera haber como he señalado anteriormente, se dan en el género que manejan, el cuento (en el caso de Rulfo la novela corta, a lo que podemos sugerir una especie de “cuento largo”); en una especie de realismo mágico que marca a varios de los autores americanos, que juegan con la mitología presente en cada uno de sus países, los fantasmas y los seres fantásticos que cumplen con objetivos particulares, los duendes y las brujas nos pierden, los chaneques nos juegan bromas, los fantasmas nos asustan o simplemente están en pena. Cada uno con una personalidad propia, como si extendiéramos la calidad humana y falible de nuestros antiguos dioses a estas creaturas que aparecen en nuestra cosmovisión, para nuestro bien o para nuestro mal.

En “La noche corriendo a tu lado”, el cuento de Peralta, encontramos mezclados varios de los temas que Rulfo toca en sus relatos: los desastres que amenazan el estilo de vida, las apariciones que se confunden con la realidad, la búsqueda de un cambio de estatus, las huidas y las señales de que algo malo pasará, lo ineludible del destino. Además, y es necesario señalarlo, aunque pertenecen a zonas geográficas distantes, sus personajes se asemejan en tanto que son trabajadores, de una condición económica similar, y que retratan de una u otra manera los rasgos socioeconómicos de cada uno, similares en fondo aunque distintos en sus contextos, y podemos considerar una marca de esto que en ambas narraciones los personajes tienen una visión simplista del mundo, sin grandes diálogos internos ni reflexiones filosóficas, poseen en cambio, una serie de reflexiones sobre lo mundano y el día a día; y en esto notamos una enorme influencia de Faulkner, cuyos personajes reflejaban muy bien estos rasgos; todo esto es importante pues, como señalan García Berrio y Hernández Fernández, no es posible , a estas alturas, tener una aproximación únicamente intrínseca o extrínseca a un texto (en nuestro caso a la relación entre dos textos), pues comparte más que estilo o elementos meramente estilísticos, “hoy por hoy, las cuestiones psicológicas, imaginativas y sentimentales englobadas en la noción de texto literario […] resultan ser tan decisivas para explicar la producción del efecto estético, como lo son las de la textualidad material-inmanente: fonoacústicas, rítmicas y gramaticales”[2]


 

El relato “La noche corriendo a tu lado” se centra en Juan, obrero de Petróleos Mexicanos, que vuelve a su casa después de pasar su tiempo en plataforma[3], y para llegar a su pueblo nos cuenta un narrador, que conoce los pensamientos de Juan pero no el de los demás personajes, tiene que andar algunos kilómetros en medio de una lluvia torrencial. Mientras Juan avanza a la carrera hacia su casa, un rayo le ilumina una visión de un jinete que pasa junto a él sin saludar, piensa que es su padre que ha venido a buscarle, aunque recuerda que su padre está muerto, y que murió mientras él estaba en plataforma. Esta sección aunque un tanto intrascendente para el relato nos hace un guiño a la figura que se repite en tantos relatos de Rulfo, la del padre ausente, en Rulfo el padre casi siempre es el que se aleja, en Peralta es el hijo el que está ausente.

Y nos detalla una similitud aún mayor, que responde a la situación económica de los personajes, y a sus sueños sobre cómo sus hijos han de tener mejores oportunidades:



Cargaba en un brazo la pelota que había comprado para su hijo. Apenas tenía diez meses de nacido, pero él siempre tuvo presente el futuro. Su primogénito debía apasionarse por el fútbol, las canchas petroleras lo esperaban. El agua insistió tanto en hacer resbaladiza a la pelota, que optó por correr abrazándola contra el pecho a dos manos.[4]

En este primer término llama la atención la búsqueda de un mejor futuro para el primogénito a través de un “otro objeto”, situación que encontramos de igual manera en “Es que somos muy pobres” del “Llano en llamas” se busca evitar una deshonra a la familia asegurando otras posibilidades a través de un bien:



La apuración que tienen en mi casa es lo que pueda suceder el día de mañana, ahora que mi hermana Tacha se quedó sin nada. Porque mi papá con muchos trabajos había conseguido a la Serpentina, desde que era una vaquilla, para dársela a mi hermana, con el fin de que ella tuviera un capitalito y no se fuera a ir de piruja como lo hicieron mis otras dos hermanas, las más grandes.[5]


Pintura de Sergio Michilini
                                          
Sergio Michilini
Sergio Michilini

En ambos fragmentos, si bien distintos en muchos aspectos, el “otro objeto” está presente y es pieza importante en la narración de los acontecimientos por venir, aunque en “Es que somos muy pobres” estos acontecimientos nos llegan a narrarse, están desde luego ligados a el destino que sufre el “otro objeto”; y es este un tema que llena páginas de estudios literarios, los profundos significados de las pérdidas, no sólo en un plano físico/simbólico que es, desde luego importante, sino también lo que en inglés se denomina el “Little did he/she know”. Poco saben los personajes de lo trascendente que es su pérdida para el relato, para la conformación de sus destinos. Para entender por qué hablo de esto, es necesario seguir con la narración:



A orillas del arroyo encontró al bebé. No obstante que la oscuridad le impidió verle el rostro, sentía al convulsionado cuerpecito. Estaba envuelto en algo que a Juan le pareció una toalla. Sus manos la sintieron completamente seca. Eso le hizo suponer que la madre podría estar observándolo desde las sombras. Sin quitarse el impermeable cubrió al niño, y apresurado se alejó del sitio, cuidando de no tropezarse, de no resbalar mientras volvía al puente. El viento movió una pelota olvidada detrás de él, que rodó sin hacer el menor ruido, hasta montarse en las aguas rápidas. Juan ya no vio cómo se perdía.[6]

Así como el balón, La serpentina se pierde de manera semejante en las aguas del río:



Allí fue donde supimos que el río se había llevado a la Serpentina la vaca esa que era de mi hermana Tacha porque mi papá se la regaló para el día de su cumpleaños y que tenía una oreja blanca y otra colorada y muy bonitos ojos. […]Yo le pregunté a un señor que vio cuando la arrastraba el río si no había visto también al becerrito que andaba con ella. Pero el hombre dijo que no sabía si lo había visto. Sólo dijo que la vaca manchada pasó patas arriba muy cerquita de donde él, estaba y que allí dio una voltereta y luego no volvió a ver ni los cuernos ni las patas ni ninguna señal de la vaca.[7]

En ambas versiones este evento será el desencadenante de los eventos por venir. Si bien en el relato de Peralta la pérdida es más bien simbólica y tiene una relación con el futuro de su progenie, que puede recordarnos a Melquíades, el gitano de 100 años de soledad y sus predicciones sobre el futuro de toda una estirpe (y se relaciona, por lo tanto, con las ideas que se manejan al principio de nuestro estudio, pues como el mismo García Márquez reconocía, debemos hablar de un “género caribe” con los mitos que nos son comunes), ya que es el futuro soñado del primogénito lo que se pierde en ese arroyo, un futuro prometedor lleno de triunfos y reconocimiento, que es algo que preocupa mucho a Juan como podemos entender al “escucharle decirlo” reiteradamente: quiere que su hijo sea futbolista, piensa en poseer una glorieta después de muerto, más adelante piensa que si consigue resolver el problema del pozo sería recordado por todos en el pueblo, conseguiría un ascenso; y en cambio, obtiene lo que a la larga será su perdición, que llega a través de la misma búsqueda, la de sobresalir. Para el narrador, que está dentro de la historia, del cuento de Rulfo, la pérdida es mucho más tangible, su simbolismo es mucho más material, si no queda nada de la vaca, nadie se va a querer casar con su hermana Tacha, pues representa un valor añadido a cualquier intento matrimonial, la búsqueda del cambio de la situación familiar está marcada por la deshonra que sufre la familia con las hijas mayores, hasta la madre se pregunta qué es lo que ha hecho mal, si en su familia “nunca había pasado algo así”.

Es en estas dos visiones donde encontramos un carácter universal en los relatos, ya que el simbolismo de lo perdido existe ad nauseaum en la historia de la literatura, y su consecuente búsqueda: el vellocino dorado, el santo grial, una vida de novela (como en Mdme. Bovary), un cerebro, un corazón, valor o volver a casa, la gran trascendencia como Julian Sorel o el simple propósito de la vida como Holden Cauldfield. Aquí se mezclan objeto y búsqueda, pues el objeto es símbolo, como en Peralta, o tangible, como en Rulfo, pero en ambos casos el objeto prevé la búsqueda, es incluso anterior a ella, sea para forzar al destino, o para evitarlo; en el caso de nuestros textos, lo inevitable del destino se deja sentir en la imposibilidad de realizar la búsqueda de lo perdido, no se puede, pues, restablecer ningún orden.

En este tenor, es necesario mirar el resto de la obra de Juan Rulfo para darnos cuenta de que esta búsqueda sin futuro representa una constante muy marcada. En Pedro Páramo, sobre todo, cada paso que se da para encontrar el final puede parecer en realidad un retroceso, que es lo que pasa con Juan, en “La noche corriendo a tu lado”; en busca de ese reconocimiento que lo trasladara de un estatus a otro, decide salvar a una especie de chaneque, que es el artífice de su final:



La voz se metió adentro de sus oídos hasta quedarse enroscada allí: ―¡Juan, Juan, detente!― Fue entonces que se detuvo abruptamente. La lluvia en cambio continuó buscando prolongarse en el tiempo y en el espacio del lugar. Juan hizo a un lado la solapa izquierda del impermeable, para descubrir al bebé que lo acompañaba. Ayudado por el resplandor de los relámpagos, vio cara a cara, el rostro de un adulto en el cuerpo de un niño que le sonreía.[8]

Imagen tomada del blog de Antonio F. Rodríguez Alvarado

Si, como señala Cirlot, no es posible separar el símbolo en tanto referente y referenciado son una unidad, podemos considerar que es este momento del relato donde se consuma, sin que Juan lo sepa, su destino. Un bebé, como su recién nacido al lado del río, como una suerte de bautizo que lo convierte en un hombre espiritual (sobrenatural), por el que abandona su propia visión, y que resulta, si lo consideramos desde un punto de vista menos mitológico, él mismo.

El último punto sobre el que quiero hacer hincapié en este trabajo, que es a mi parecer uno de los elementos que más relacionan a los dos textos que estamos tratando: la catástrofe, natural en Rulfo, producto de la industria en Peralta.

En “Es que somos muy pobres” es el río el que causa la tragedia:



El río comenzó a crecer hace tres noches, a eso de la madrugada. Yo estaba muy dormido y, sin embargo, el estruendo que traía el río al arrastrarse me hizo despertar en seguida y pegar el brinc o de la cama con mi cobija en la mano, como si hubiera creído que se estaba derrumbando el techo de mi casa […] A la hora en que me fui a asomar, el río ya había perdido sus orillas. Iba subiendo poco a poco por la calle real […]Y por el otro lado, por donde está el recodo, el río se debía de haber llevado, quién sabe desde cuándo, el tamarindo que estaba en el solar de mi tía Jacinta, porque ahora ya no se ve ningún tamarindo.[9]

Nos dice Cirlot que la simbología del diluvio hace referencia a “una catástrofe que nunca es definitiva […] El diluvio destruye formas, pero no fuerzas, posibilitando así nuevos surgimientos de vida […] toda lluvia equivale a una purificación y a una regeneración, lo que implica en el fondo una idea de castigo y regeneración”[10]

Mientras que para Juan en “La noche corriendo a tu lado”, la desgracia del pueblo vecino, que en un momento parece ser la oportunidad de encontrar ese futuro anhelado, proviene de su propia profesión como petrolero:

Por la mañana del sábado un suceso alarmó a todos los lugareños. Juan fue el último en enterarse porque despertó casi al mediodía. Un pozo petrolero de la cercana Ciudad Cárdenas había explotado. […] (el ingeniero encargado de la operación) solicitó la colaboración inmediata de veinte obreros para maniobras de alto riesgo. Aunque Juan fue de los primeros en apuntarse, al final se lo omitió por pertenecer a otro complejo petroquímico. Juan ardió de rabia. Estalló. No se explicaba el porqué le negaban la posibilidad de inscribir su nombre en las futuras crónicas del pueblo. […]. Fue a ese ingeniero a quien Juan le expuso detalle a detalle un plan. Comenzó por trazarle un mapa del área. Después le dibujó y explicó lo que tenía en mente. El ingeniero prometió poner en práctica de inmediato aquella estupenda idea. Pero no lo admitió como obrero para las maniobras, porque no pertenecía a la sección sindical donde había ocurrido el accidente. Eso fue en definitiva lo que a Juan le ahogó toda voz.[11]

Para establecer una relación simbológica coherente, recurriremos de nuevo al Diccionario de símbolos de Cirlot, que dice sobre el fuego: “es victoria contra el poder del mal: la purificación es el medio sacrificial necesario para que este triunfo se posibilite y se asegure […] Paracelso establecía la igualdad del fuego y de la vida: ambos, para alimentarse, necesitan consumir vidas ajenas […] Atravesar el fuego es símbolo de trascender la condición humana”[12]

En ambos casos se muestra patente el implícito simbólico de la purificación a través de los eventos narrados. En el primer caso, Rulfo, podemos hacer una consideración de tipo religioso, el diluvio es, para limpiar de la tierra los pecados cometidos por la familia del narrador, pues sus hermanas, al dedicarse a la prostitución, no sólo deshonran a su familia, sino que además violan reglas de orden moral que son muy apreciadas en las comunidades mexicanas más pobres, pues su vocación religiosa es muy marcada.

Para el segundo caso, Peralta, el fuego ofrece la posibilidad de trascender la realidad de Juan, una búsqueda que está muy presente en la mente del personaje, esta posibilidad se mezcla con la brujería que se presenta en el personaje-niño que llama a Juan, Lucas, amigo del padre, y en los habitantes del pueblo vecino que rumorean sobre el origen sobrenatural de la desgracia. En esta línea hay algo que me parece muy interesante, la marca de rencor de Juan contra Lucas, pues Juan sentía en todo momento un rencor de él hacia su persona. Aquello era a causa de que no pudo estar en la agonía de su padre, ni tampoco en el entierro. Lucas le reprochaba además que trabajara como petrolero.”[13] Aquí el sentimiento de culpa de Juan queda dado, no pudo hacer sentir orgulloso a su padre ni estar con él a la hora de su muerte. Su búsqueda toma entonces otra faceta que nos había quedado un tanto velada, y da un nuevo sentido a nuestra relación con el personaje.

En los dos cuentos es la redención lo que queda de manifiesto. Borrar el lastre que ata a los personajes para lograr un futuro mejor. Pero es esta idea del porvenir la que se diluye poco a poco conforme avanzan los relatos, si bien en el de Peralta se alza en algún punto la esperanza, ésta al final se destruye. En cuanto a “Es que somos muy pobres”, Rulfo nos deja también inmersos en ese futuro incierto de sus personajes, donde la única certeza es la repetición o el ciclo de la desgracia familiar que volverá. Es así entonces, que la sensación de derrota se percibe como inevitable y cobra fuerza, ya de manera intensa, en los respectivos desenlaces de los textos. Finalmente, la conexión más profunda que hallamos entre líneas, insistimos, es la búsqueda de la redención, el deseo por un futuro mejor a pesar de la fatalidad y del imbatible destino que desean imponer su castigo.No obstante, en la reducción y destrucción de sus sueños, estos personajes alcanzan el estatus más puro y frágil de la condición humana, que como tal, los vuelve terriblemente cercano a nosotros mismos.



BIBLIOGRAFÍA


- Peralta Guzmán, Daniel. La noche corriendo a tu lado.
-Rulfo, Juan. "Es que somos muy pobres" publicado en El llano en llamas. Fondo de Cultura Económica. Mexico, 1980
- Lévi-Strauss, Claude. Mitológicas III: El origen de las maneras de mesa. Siglo XXI Editores. México, 2003
- Cirlot, Juan-Eduardo. Diccionario de símbolos. Editorial Labor. Barcelona, 1992.
- García Berrio, Antonio y Hernández Fernández María Teresa. Crítica literaria, iniciación al estudio de la literatura. Editorial Cátedra. Madrid, 2012.



SITOGRAFÍA
- http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/juanrulfo/cronologia.htm consultado el 29 de enero de 2015
- Benjamin, Walter. El narrador. http://www.catedras.fsoc.uba.ar/reale/benjamin_narrador.PDF consultado el 01 de febrero de 2015




NOTAS
[2] García Berrio, A. y Hernández Fernández Ma. T., Crítica literaria, iniciación al estudio de la literatura. Editorial Cátedra. Madrid, 2012. 
[3] Las jornadas de los obreros de PEMEX se cumplen en contratos de 15 por 15 o de 28 por 28, esto es, tantos días en tierra, tantos días en plataforma, en medio del mar. Esto provoca que muchos trabajadores al regresar a tierra sufran algún tipo de alucinación, para más datos http://www.geocities.ws/congresoprograma/6-8.pdf consultado el 31 de enero de 2015 
[4] Peralta Guzmán, D. La noche corriendo a tu lado. Ver apéndice 
[5] Rulfo, J. Es que somos tan pobres publicada en El llano en llamas. Fondo de Cultura Económica. México, 1980 
[6] Peralta Guzmán, D. Op. Cit. 
[7] Rulfo, J. Op. Cit 
[8] Peralta Guzmán, Op. Cit. 
[9] Rulfo, J. Op. Cit. 
[10] Cirlot, J. E. Diccionario de símbolos. Editorial Labor. Barcelona, 1992 
[11] Peralta Guzmán, D. Op. Cit. 
[12] Cirlot, J. E. Op. Cit
[13] Peralta Guzmán, D. Op. Cit.

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