ARMAS Y LETRAS DEL POSITIVISMO MEXICANO EN EL BACHILLERATO

A partir de la mitad del siglo XIX, Francia, Inglaterra y Alemania, integraron el naciente mapa educativo de nuestro país. Ante todo, fue una representación gráfica y continuamente coloreada por los diversos matices del Positivismo. Tal teoría filosófica, surgida de una particular burguesía francesa, la implantó Gabino Barreda en 1869 como un instrumento ideológico del Partido Liberal. Se pretendió que esta filosofía rigiera desde los tres poderes del estado y que rigiera también desde las aulas académicas para el bien de la naciente república. Claro está que, a esta política educativa y a manera de trinidad filosófica, se asociaron igualmente los nombres de Augusto Comte, John Stuart Mill y Karl Krause. Pues por otro lado, y como bandera evolutiva se enarboló también la 'ley de los tres estados' (teológico, metafísico, científico). Bajo ella se oyeron y entonaron tantas oraciones cívicas que iban al compás político de ‘libertad, orden y progreso’. De esta manera, el estado mexicano comenzaba con la tarea de encaminar por la senda positivista a las diversas generaciones de jóvenes que egresasen de la Escuela Nacional Preparatoria: antecedente del Sistema General de Bachillerato 

En el Emilio o De la Educación(1), decía Rousseau que educar es un arte y “nadie quiere ser formado a medias”. Salta a la vista que en México, el Nivel Medio Superior se fue consolidando en un arte a medias, o en una medianía del arte, o en una utopía novelada que empezó a narrar la búsqueda de una educación desconocida.
Fue dentro de este contexto positivista en el que  se fue a pique desde un inicio nuestro bachillerato. Pues permitir la ausencia de las bellas artes en el mapa curricular del horizonte educativo de 1867, mostró en breve plazo que “la frialdad del dato subordinaba al entendimiento la capacidad sensible” (2). A partir de entonces se empezó a construir un pragmatismo educativo. De hecho, el cambio curricular emprendido en 1868 por el propio Gabino Barreda, acentuó más el espíritu positivista en la Escuela Preparatoria. Tanto así que ya en 1922, la propuesta de Vicente Lombardo Toledano de orientar el currículo hacia un neohumanismo, y con ello cortar de tajo el positivismo educativo, careció de un total desinterés. En consecuencia, las transformaciones del bachillerato mexicano han venido transcurriendo más en lo administrativo del currículo, que en su contenido. Es decir, a lo largo del tiempo, las reformas educativas en el Nivel Medio Superior han quedado siempre sobre el escritorio de las teorías. No en vano, en algún momento el bachillerato mexicano llegó a contar “con más de 200 planes de estudios distintos y prácticamente inconexos” (3). Es esta acumulación curricular lo que ha caracterizado a nuestra educación básica. análogamente, el mismo hábito acumulativo se observa en la cantidad existente de objetivos, acuerdos, métodos, programas, número de sindicatos, etc. Se hace  evidente tal enciclopedismo administrativo al multiplicarse en nuestro sistema educativo, la adquisición de poderes más que la posesión de saberes. Tal horror jacobino de siglo XXI ha guillotinado recurrentemente en las escuelas nuestros  estudios humanísticos, en lugar del quebrantar el empoderamiento sexenal del gobierno federal. Este enciclopedismo particular ha perpetuado el dictamen porfirista de “poca política y mucha administración”. En consecuencia, la poca política educativa ha permitido recaer al sistema de enseñanza nuestro en una burocracia omnipresente. Así también, se ha visto que, en el ámbito universitario, el enciclopedismo ha vuelto a recaer en un verbalismo de enseñanza dado en nuestras aulas, continuándose con  la veta memorística del siglo XIX. No hubo por lo tanto, en nuestra educación ese enciclopedismo filosófico y pedagógico de naturaleza francesa, que dotaba  a los jóvenes de más comprensión que información. En efecto, este memorismo implantado en el bachillerato, ha convertido el cerebro de nuestros jóvenes positivistas en un "vaciadero de basuras", como igual sucede con Funes en el cuento de Jorge Luis Borges. Enciclopedismo que todavía prevalece a manera de lastre en nuestra educación preparatoria y universitaria. Esto a pesar de que el Plan de Modernización Educativa (1989) tuvo como meta “la eliminación del aprendizaje memorístico” (4). 

El espíritu positivista prevaleciente en nuestra educación, guarda entonces similitud con aquella observación hecha por Leopoldo Zea de que, el bachillerato, fue fundado y organizado por el clero católico en la segunda mitad del siglo XVI. Puesto que el movimiento independentista, quitó la directriz formativa de nuestros jóvenes a la institución católica. No obstante, con la aparición de la Reforma volvió a renacer el enciclopedismo espiritual conservado en el imaginario colectivo del mexicano. En consecuencia, la lucha dada en el siglo XIX entre Conservadores y Reformistas, tuvo como objetivo preservar más el poder espiritual que la imposición de un poder político (5). 

     En conclusión, “mal interpretado o no (de sus raíces francesas), el positivismo dio lugar a diversas expresiones en la vida cultural de México; cada una de ellas no fue la auténtica expresión del ideal positivista, sino la expresión de una realidad propia de la circunstancia mexicana” (6). Consideramos que dicha circunstancia, cobró dirección primordialmente hacia lo educativo, en la búsqueda de proteger los intereses de una clase social burguesa, que recuperó el poder, a base de sangre y fusil. Pero fue claro que al retomarlo, sus acciones tuvieron el tópico quijotesco de cambiar las armas por las letras. Aunque este cambio, como en Alonso Quijano, fuese llevado a cabo solamente en el amplio terreno bélico del discurso.


1. Jean-Jacques Rousseau. Emilio o de la educación. Prólogo de María del Carmen Iglesias. Traducción de Luis Aguirre Prado. (Madrid: EDAF, 1985), p. 35.

2. Mariana Romo y Héctor Gutiérrez. Los matices del positivismo en la Escuela Nacional Preparatoria (1867-1964). Perfiles Educativos, Abril • Mayo • Junio 1983, Núm. 2 (21), Nueva Época, pp. 3-16.

3. Miguel Székely Pardo. Avances y transformaciones en la Educación Media Superior, p. 1.

4. Josefina Zoraida Vázquez. La modernización educativa (1988-1994), p. 935.

5. Leopoldo Zea. El positivismo en México. Nacimiento, apogeo y decadencia. (México: FCE, 1968), pp. 441-448.

6. Ibid.,

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