CIENCIA Y LITERATURA

En la Enciclopedia de Novalis se leen ciertos enunciados críticos sobre el prejuicio de los sabios a manera de decálogo. Son monomanías que tienen aquellos hombres del saber de las cuales se nutren (d)año con (d)año a lo largo de toda su vida. Novalis dudó por eso, entre hacer una enciclopedia del conocimiento humano o una mejor sobre la estupidez humana. Pero exhausto por tan sólo imaginarlo, concluyó que ni con la ayuda de cien sabios alcanzaría a terminar esta última. He aquí entonces los males del enciclopedista.

NOVALIS
1. Inclinación a la inseguridad (afán de originalidad). Con esto hay que relacionar la pugna por ser el primero en haber realizado un descubirmiento.
2. Pretensión de lógica e infalibilidad
3. Odio a la autoridad
4. Desprecio a los no instruidos.
5. Celos y afán de menospreciar a sus colegas.
6. Desprecio hacia las otras ciencias.
7. Exagerada admiración de la laboriosidad.
 8. Afán de encontrar todo anticuado y superado -y despreciarlo por ese motivo.
9. Desprecio hacia todo lo que no pueda ser aprendido y enseñado (De ahí su odio hacia la religión y los milagros -su odio hacia los poetas, etc).
10. La mayoría de estos rasgos están basados en el vil egoísmo -y a la mayor parte de ellos se oponen también prejuicios inversos.
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La importancia de la ciencia en la vida de los seres humanos no debiera tener la mínima duda. Desafortunadamente un gran porcentaje de la humanidad no se plantea dudas. Preguntarse, es llenarse de dudas. La religión promueve "certezas", dogmas, mandamientos y eternidad. La ciencia contiene "incertidumbres", teorías, fórmulas y toda la mortalidad del mundo. Es principalmente el "sentimiento oceánico" el causante de esta disputa entre religión y ciencia, misma que no tendrá jamás reconciliación como bien lo creyó Bertrand Russell porque no hay reconciliación entre lo divino y lo terrenal. Pero no basta para muchos que la naturaleza nos indique con su neurosis evolutiva que somos la gota que hace a la ola que hace a la marejada que hace al mar que hace al océano. Uno en el todo. Roland Barthes diría que somos esa letra que hace a la sílaba que construye a la palabra que pertenece a la oración que da sentido al párrafo que da forma al libro que se queda en la gran biblioteca. Por lo que la literatura también tiene conciencia, a su manera, de ese sentido de trascendentalismo o de ese instinto de conservación, mejor dicho, tan característico en el Homo sapiens et somniator.


     Ah, la littérature, dama innoble, ella tampoco cuenta con muchos seguidores. Es causante de perplejidad, vacilación, extravíos y tormentos. No se lee literatura pensando que lo escrito es palabra de dios sino palabra sin tiempo. Pero un literato que no lee ciencia se vuelve tan intolerante como el fanático de cualquier deporte. No hace preguntas sobre otros temas que no sean aquéllos del cual siempre predica. Teme equivocarse y por lo tanto hace oír sus grilletes del pasado, es hosco a los cuestionamientos, le gusta ser oído por una multitud pero es egoísta en escuchar hasta la propia familia en casa. Freud decía que sólo el hombre de ciencia es un verdadero humanista. Crea con su trabajo un bien para todos. Sin embargo, antes de tomar sin reservas esta opinión del austríaco, habría que recordar el punto central de estas líneas que es el narcisismo que afecta a los humanistas de este siglo XXI y que los hace motivar la discordia. Es dado observar cómo entre los grupos religiosos, cada uno considera que solamente su fe es la que puede brindar la salvación, del mismo modo como pasa igualmente entre los literatos pues cada uno cree que el libro leído o publicado es el más importante entre todos. Esta falta de unidad entre cosanguíneos de un mundo propio le provoca entonces al neófito ese sentimiento Baudelauriano de que "el pensamiento es un idioma de signos sin sentido", cantado ya por Enrique Bunbury. Pero este vacío impensable en el narcisismo ilusiona a la gente hacia algo menos conflictuado, lee-hace entonces inclinarse por los libros de preciencia o preliteratura donde encuentra otras curiosidades y otras respuestas, sin ojo crítico, pero que lo entretienen e integran hacia un todo más numeroso de gente que piensan igual a él. Freud tiene una hipótesis planteada en El porvenir de una ilusión, donde establece que la precipitación por el influjo religioso y el retardo por despertar la curiosidad científica en la pedagogía de nuestros niños, los conductualiza o conlleva a sentirse muy pronto como centro de toda naturaleza y universo. Cuando la ciencia falta en la humanidad y en los humanistas el espejo de nosotros mismos no nos multiplica. Me atrevo afirmar que el noventa por ciento de los literatos ignora que la medicina griega del siglo V, a.c, existe todavía en las palabras con las que ahora se expresan como intelectuales o como investigadores: 'corpus', 'eidos (ideia)', 'naturaleza', 'armonía'.



Aquello ocurrió según nos cuenta Werner Jaeger cuando La medicina como Paideia penetró de manera lógica en el espíritu de la cultura en general. Pues tal ciencia colaboraba bajo la estrecha tutela de la filosofía jónica. El arte médico sirvió entonces a Sócrates para idear su mayeútica. A su vez, Platón y Aristóteles asimilarán el modelo hipocrático porque esta nueva forma de aplicar el pensamiento favorecía  el aprendizaje hacia el verdadero saber. En época más reciente y con respecto a una relación más estrecha entre ciencia y literatura, para finales del siglo XIX la estética alemana se apropió de términos y métodos del empirismo inglés, como el de John Locke, médico y filósofo, cuyas consideraciones acerca del análisis de la impresión y la percepción sensorial fueron caldo de cultivo para los estetas románticos. También de las teorías de Leibniz y de su lógica de los mundos posibles, extrajo Lessing sus ideas acerca de cambio, dinamismo, causa y efecto en el teatro, elementos racionales que conducen hacia la unidad en la pluraridad, principio de armonía que debía regir en una verdadera obra literaria. Tanto Baumgarten, Goethe, Schiller, Hegel y los demas estetas románticos se vieron por demás influidos por estas concepciones críticas sobre el arte para la elaboración de sus análisis profusos sobre la poética y los géneros literarios. Al científico Leibniz, debemos pues, el comenzar a buscar en la literatura esos mundos posibles mediante la lógica de la sensibilidad.
    Por otra parte, el hombre de ciencia no puede tampoco denostar a la ficción literaria por considerarla llanamente el 'reino de lo aventurado' sino por el contrario debe armonizar su vida a través de ella, pues es sabido que el arte es el mejor intermediario entre la razón y el sentimiento. Es extensa la lista de los científicos que se han acercado a la literatura para fortalecer su formación, tan sólo por mencionar a los más cercanos a nuestra contemporaneidad, aparecen en primer orden Charles Darwin, Sigmund Freud, Carl Sagan, Isaac Asimov, Stephen Hawking y Stephen Jay Gould; cuyas lecturas literarias que poseen las notamos en sus libros de divulgación pues a través de un lenguaje llano y con ese tono apasionado y penetrante, donde no faltan nunca las comparaciones y las analogías  históricas o literarias, reunen en sus libros una síntesis del conocimiento científico pero destinadas para que sean comprensibles a toda la sociedad. Es este método de exposición y razonamiento el que distingue a los divulgadores de ciencia de los divulgadores de pseudociencia y que también los distingue de los hombres de ciencia que contemplándose en sus laureles sólo se miran en su propio entendimiento.





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